Por Martín Candalaft
El calor agobiante de la tarde empezaba a aflojar en la Escuela Nº 564 de Curuzú Cuatiá, Corrientes a mediados de diciembre de este año. En el patio estaban reunidos padres, alumnos, docentes y directivos frente al escenario principal. Todos habían recibido la invitación para el acto de fin de año en el que se iban a entregar los diplomas a los egresados de 2019 y se iba a homenajear a aquellos profesores que se jubilaban luego de haber brindado años de su trabajo a la institución. Sin embargo, en los presentes había una sensación de incertidumbre, los policías de civil se mezclaban entre la gente, todos ahí los habían detectado, algo obvios quizás.
Los efectivos esperaban a alguien en particular, uno de los docentes que iba a ser destacado, Eduardo Nicolás Longo, ex profesor de educación física. Longo había condenado a 8 años de prisión en 2015 por haber abusado durante años de su hija. Los policías de civil no estaban ahí por nada: Longo se escapó tras ser condenado.
Finalmente el hombre no apareció en el acto y la distinción la recibió uno de sus hijos. Era insólito: una institución educativa brindaba un reconocimiento a un condenado por violar menores con una circular roja de Interpol sobre su cabeza. La invitación estaba firmada por tres directivos en el que se llamaba a la comunidad educativa a formar parte del homenaje a una persona prófuga que no solo fue condenado por un tribunal oral sino que su pena fue confirmada al menos en dos instancias superiores.
“A nadie le entra en la cabeza como pudieron rendirle homenaje. Todo el mundo acá sabe que este hombre fue condenado. Es totalmente repudiable lo que hicieron, más teniendo en cuenta que la causa por la que fue condenado es por violar a una menor. Es peor aún el hecho de que se armó un revuelo previo e igualmente siguieron adelante. Pero no es la primera vez que el colegio actúa así. Cuando el hombre salió de la preventiva lo volvieron a tomar mientras la investigación por los abusos seguía su curso”, dice una persona relacionada al sindicato de trabajadores de la educación de la provincia.
La causa por la cual fue condenado Longo se inició en 2009, cuando su hija en ese entonces de 15 años se escapó de la casa familiar que compartía junto al acusado, su hermana menor y su madre, Norma Vega, en la provincia de Corrientes y viajó haciendo dedo hasta el pueblo de La Paz en Entre Ríos para pedirle ayuda a su madrina. La menor contó que su papá la violaba sistemáticamente, que le sacaba fotos desnuda y que todo lo hacía desde que ella tenía 8 años. Pero no acusó solo al hombre. También agregó que su mamá estaba al tanto de todo desde el principio y que nunca había hecho nada para impedirlo. La denuncia que radicó la víctima junto a su madrina se realizó en Entre Ríos pero rápidamente pasó a la Justicia de Corrientes y fue tomada por el juez Martin Vega que impulsó la causa y solicitó algunas medidas de prueba como la declaración de la menor ante psicólogas.
Las palabras de la víctima sirvieron para que la Justicia comience a armar el rompecabezas de las violaciones. “Empezó a abusar de mí desde que tenía 8 años. Antes se lo hacía a mi hermana que es más grande. Primero eran besos y me tocaba pero cuando cumplí los trece años y tuve mi primera menstruación empezó a penetrarme. Cuando todo empezó, él nos llevaba a un campito. Es un lugar que se encuentra saliendo de Curuzú, por la ruta 119, camino al cruce con la ruta 126. En ese lugar el guardaba cartones y sábanas negras que previamente había llevado. También lo hacía en mi casa donde vivíamos todos juntos. Me daba pastillas antes para que me relajara según me decía y también me daba anticonceptivas”, dijo la víctima en más de una oportunidad, primero ante la policía y luego frente a las psicólogas.
En otro pasaje de una declaración, la menor cuenta sobre un almanaque que su padre completaba con rigurosidad: “Era una especie de calendario en el que anotaba los días en que me venía a mí y a mi hermana. Él era muy prolijo con todo eso. Le prestaba mucha atención”.
Con respecto a la participación de su madre, la nena aseguró durante todo su relató que estaba al tanto de la situación: “Mi hermana siempre le decía a mamá. Incluso una vez que mi hermana se escapó le dejó una carta a Longo. Ella no dijo nada a pesar de que la había visto la carta. Se hacía la distraída. Creo que mi mamá no va a dejarlo a él porque está como obsesionada. Ella tiene la obsesión de la familia perfecta”.
Dos psicólogas evaluaron el testimonio: «Se da cuenta de la presencia de indicadores que pueden asociarse a situaciones de abuso y maltrato. No se han hallado signos ni síntomas de fabulación que puedan contaminar su declaración. Concretamente, en sus palabras la menor incrimina de forma directa y en todo momento el ciudadano Longo. Se observan dificultades para la diferenciación sexual adulta y naturalizado tendencia a la exposición de su cuerpo”, aseguraron. No fue esta la única pericia psicológica que se realizó en la instrucción de la causa. Las mismas psicólogas examinaron al padre y determinaron que Eduardo Longo tiene una “proyección de culpa que se traslada a la sociedad”. Además encontraron una personalidad “psicopática, con desprecio hacia los demás, con falta de remordimiento y manipuladora”.
No sólo eran abusos sexuales con acceso carnal lo que denunciaba la víctima. También una vulneración a su intimidad a través de producciones de fotos que su padre la obligaba a realizar. “Cuando la menor tenía entre 14 y 15 años, Longo compró una computadora y luego una cámara digital y comenzó a sacarle fotos. Le compraba a la nena ropa que le gustaba para sacarle las fotos con las poses que él quería. El registraba todo con la camarita, incluso cuando tenían relaciones sexuales y después le mostraba esas filmaciones. La menor aclara que en algunas fotos ella está rubia porque él la obligaba a teñirse y que las fotos se las sacaba tanto su papá como su mamá. Incluso dijo que todo el material estaba en un celular cuya clave era 47676”, asegura una fuente. Luego de un allanamiento realizado a la vivienda del imputado, se secuestraron distintos aparatos de almacenamiento. Los peritos informáticos encontraron las fotos y videos, que fueron añadidas a la causa. En la mayoría se podía ver a la víctima en posiciones sexuales e incluso con poca ropa aunque sólo aparecía ella y no Longo.
Con todas estas pruebas en su poder, el juez Vega ordenó la inmediata detención a mediados del 2010 y dos años más tarde elevó la causa a juicio oral. Sin embargo, la lentitud de la Justicia le permitió al profesor de educación física recuperar la libertad. “Salvo excepciones una persona no puede estar detenida más de dos años en preventiva. Y esa condición a él se le vencía en 2012. La causa se elevó a juicio ese mismo año pero insólitamente tardaron 3 años en ponerle fecha al juicio que se hizo recién en 2015. Por eso recupera la libertad y aguarda el juicio en su casa”, cuentan desde los tribunales correntinos. Cuando Longo quedó en libertad, aunque procesado y esperando el inicio del juicio, quiso volver a trabajar. Se comunicó con las autoridades de la escuela para solicitar que le devuelvan su puesto de docente de educación física. Aunque parezca increíble, desde el colegio 564, lo reincorporaron en su puesto que, obviamente, incluía un contacto permanente con niños a pesar de ser investigado por violar a su hija.
“Lo tomaron y lo quisieron devolver a su puesto. Como sindicato tuvimos que intervenir para que no lo hagan. Nos presentamos en queja al colegio y al ministerio de educación de la provincia. Después de mucho pelear conseguimos que revean la decisión y lo aparte. Terminaron mandándolo a hacer otro tipo de trabajo que no tenía que ver con la educación”, dice Fernando Ramírez, titular del Sindicato de Educadores de Corrientes.
Tres años más tarde, con la víctima ya mayor de edad, comenzó el juicio oral contra Eduardo Longo. En el debate oral dieron su testimonio las víctimas, los testigos claves como la madrina de la nena y los peritos que participaron en los distintos estudios a lo largo de la investigación. Pero también habló Longo. Intentó defenderse ensuciando a su hija.
“Acá nos hacen parecer a mí y a mi mujer poco menos que monstruos. Soy docente y jamás le levante la mano a ninguna de mis esposas, ni a mis hijos ni a mis alumnos. Ella es la menor, la más chica y por eso le teníamos un cariño especial, de padres. Todo esto se debe, no por ser malos padres, sino por ser demasiado buenos. Nosotros nunca quisimos que ella salga a boliches o a fiestas por eso ella se escapaba y tenía relaciones sexuales con un policía y con varias personas mas. A nosotros todo esto nos dolió mucho, nos golpeó mucho, nos destruyó. Quiero aclarar que todos mis hijos biológicos me llaman ‘papá’ menos ella. En 33 años de trabajo en escuela ni siquiera amonesté a un alumno. La denuncia que hace ella es a raíz de que no la dejábamos salir”, dijo el acusado en el juicio.
El 4 de diciembre del 2015, los jueces del Tribunal Oral Penal de Mercedes (Corrientes), Juan Manuel Iglesias, Raúl Silvero y Jorge Troncoso condenaron a 8 años de prisión a Eduardo Nicolás Longo por el delito de abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo. En el mismo fallo absolvieron de culpa y cargo a la madre de la víctima, Norma Vega, ya que consideraron que no existían las pruebas suficientes para demostrar que había estado al tanto de los abusos. A pesar de la condena, Longo terminó de escuchar la lectura del fallo y se fue a su casa. No quedó detenido en ese momento. La sentencia recayó en el limbo judicial en el que suelen entrar las condenas a la espera de que queden firmes: tardó 3 años en ser confirmada. En septiembre del 2018, el Superior Tribunal de Justicia correntino ratificó la decisión del tribunal y de esa manera se ordenó la detención. Sin embargo, cuando los efectivos llegaron a la casa para detenerlo, ya no estaba.
Así y todo, el nombre de Longo estuvo en letras plateadas en el telón de fondo de la 564 de Curuzú Cuatiá.
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