El aislamiento social que estamos viviendo por el coronavirus se sigue extendiendo y todavía se desconocen cuándo y cómo se reanudarán algunas actividades cotidianas. Uno de los sectores más golpeados es el de la cultura. Las salas de cine y teatros permanecen cerradas hace casi dos meses y todavía no sé sabe la complejidad que conllevará su reapertura. Una salida que ofreció el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) fue estrenar de manera virtual desde su plataforma de video on demand Cine.Ar. A esta posibilidad, se le suma una nueva alternativa que brinda “Puentes de Cine”, esta web realizada por la Asociación de Directores de Cine “PCI” funcionará como una sala de cine virtual y ofrecerá estrenos que serán pagos y se exhibirán de jueves a jueves como en el cine tradicional. Además, habrá charlas exclusivas en vivo con los directores y protagonistas de las películas, exhibiciones especiales y ciclos.
El debut de este nuevo formato será con el documental argentino Canela, solo se vive dos veces, de la directora rosarina Cecilia del Valle que retrata de una manera muy cuidada el recorrido de una mujer trans que convive con las complejidades de atravesar un proceso de hormonización y corporalidad a los 62 años. En está búsqueda del bienestar pleno y el reconocimiento justo, ella se plantea la posibilidad de realizarse o no una cirugía de reasignación genital. La directora la acompañará durante seis años en este camino donde ella buscará el consejo y la compañía de familiares, profesionales y amigos.
Las segundas oportunidades existen, capaz no surgen ni se concretan como en las películas de Hollywood, no se dan en color de rosas. Cuando uno se revela ante algo que está impuesto la respuesta no es siempre la esperada, la aceptación y el nuevo recibimiento no es siempre el soñado. Pero es real y cuando uno se abre a la verdad ya nada lo detiene.
¿Quién es Canela Grandi Mallarini? Es una arquitecta y docente de la Universidad Nacional de Rosario. Ella nació como Áyax y a los 48 años decidió dejar atrás esa identidad de género y transformarse. Desde el comienzo del film, se la puede ver a ella subida en un par de zapatos de taco alto recorriendo las obras que dirige y dando indicaciones detrás de unos lentes oscuros. No se trata de una dramatización o de un personaje de una película de Almodóvar, esto es parte de su trabajo diario profesional, que incluye viajes en su rastrojero naranja, compañero de ruta que cuida con recelo, que la llevará a dar clases de arquitectura orgánica a sus alumnos donde ella destaca, casi como una insignia en su vida: “La verdad de la arquitectura está en el espacio interior y no en las paredes que lo cierran”.
También pueden observarse rasgos de humildad que la caracteriza comprándose ropa en una tienda del barrio o siendo atendida por una peluquera vecina en su casa. Dudas sobre su vestuario, risas algo tímidas responden a una persona que a pesar de su edad sigue descubriéndose y viendo cómo ha cambiado su cuerpo y su estado de ánimo con la hormonización. “Me voy a jubilar antes de ser mujer”, afirma ella sin problemas al ser consultada acerca de cuando empezó este cambio.
La historia de Canela no es solo de superación, es de aprendizaje constante donde se señala con insistencia que no existen límites etarios a la hora de encontrar la verdadera identidad de género. Si bien el documental se centra en ese proceso que pasa la protagonista de decidir si operarse o no, también nos pasea por su pasado y lo difícil que fue plantarse y percibirse como mujer siendo adulta, con una profesión y tres hijos en una sociedad que cuestiona todo aquello que se sale de la norma.
El ojo de Cecilia del Valle, su directora, es clave para lograr que se entrelacen todas las caras de la protagonistas, su arista profesional, su vínculo con sus hijos, que sienten cierta incomodidad al hablar del tema, y con su madre, que todavía no logra internalizar la elección que ha tomado Canela hace más de una década. Lejos de guardarle rencor por no terminar de aceptarla, ella la cuida con su cariño enternecedor. Con respecto a esa relación ella aclara: “Lo más lógico y lindo fue volver a la casa en la que fui cuidada y de alguna manera reconstruir mi ser como chica trans en la casa de mis padres”.
Se narra el paréntesis en la vida de la protagonista, donde ella se debate entre seguir postergándose en pos de los demás o si es hora de tomar las riendas de su deseo. Además, es una decisión que no conlleva solamente un cambio físico sino la necesidad de pedir ayuda y buscar a quien la cuide, algo que para muchos puede resultar sencillo pero para ella no ya que siempre estuvo acostumbrada a ser la proveedora de su familia y más aún en tiempos de crisis económicas donde tampoco le permiten hacer una pausa en su trabajo al frente de la constructora que creó su abuela casi un siglo atrás.
Allí podrán plasmarse algunas inquietudes acerca de la soledad y sobre el compromiso que podrán tener sus hijos en su cuidado. El rescate que hace la directora, en su primera película en solitario, es desde la empatía en un film que no recurre al archivo para contar la historia de la protagonista sino que se centra en su presente y logra, a través de algunas escenas inducidas por la directora que juegan con la ficción, darle una armonía. Según afirma su autora, es una película híbrida, que fronteriza entre géneros.
Un lanzamiento comprometido con las causas urgentes
El film podrá verse desde el jueves 14 de mayo en la flamante y novedosa plataforma de Puentes de Cine que funcionará como un cine virtual. Una vez dentro de la plataforma y a través de Mercado Libre, el acceso tendrá un costo de $160. Ese link tiene vigencia por 24 hs. Con respecto a lo recaudado, $50 pesos del total de la entrada, será destinado a la gestión de fondos para el acompañamiento de personas trans en todo el país a través de las organizaciones y las redes de la Liga LGBTIQ+ de las Provincias.
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