Los secretos y trofeos que un diputado peronista guarda en el mítico café por el que pasaron varios presidentes

Los secretos y trofeos que un diputado peronista guarda en el mítico café por el que pasaron varios presidentes

Eduardo Valdes
Eduardo Valdés en su «Café de Las Palabras», un espacio de culto peronista (Fotos: Maximiliano Luna)

Si no fuera porque se lo ve más delgado, la figura de Alberto Fernández, con Dylan a su lado, parece real. Sus dientes blancos perfectamente alineados, la cantidad exacta de canas en su pelo, la sonrisa y los pliegues en su cara, la postura de sus hombros y las venas marcadas sobre las manos que rasgan la guitarra son la copia fiel de quien hoy es Presidente de la Nación. Él mismo se impresionó al entrar al Café de Las Palabras, un lugar de raíz peronista pero tan kirchnerista como albertista. El artista Fernando Pugliese ya trabaja en la figura que falta: Prócer, el hijo del collie Dylan que también corretea por la residencia presidencial de Olivos.

El espacio devela las pasiones de Eduardo Valdés, diputado nacional tan amigo del Presidente como de la Vice. Todo tiene que ver con su ideología, sus gustos, sus amigos y su niñez. El café, que no es café, es tan mítico como aquel Tugurio en el barrio de Belgrano que el periodista Osvaldo Bayer abría a aquellos con quienes entablaba alguna amistad.

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Alberto Fernández con su guitarra y su collie Dylan, la última obra que recibió el café

El “Alberto” de cera está apoyado sobre una silla de bar y en el piso de manera que al ingresar parece que él se encontrara entre las mesas tocando alguna canción. Detrás está el escenario que bajo sus tablas esconde unos 5000 vinilos. Y a pocos metros se ve un viejo surtidor de YPF, petrolera cuyo logo se repite en varios objetos del lugar.

Cristina Fernández alza los brazos vestida con su ropa original, excepto por el pañuelo que le pusieron alrededor del cuello. Como Raúl Alfonsín y el papa Francisco, el torso y las piernas de la ex Presidenta son de un maniquí y no de cera. Completan el cuadro Juan Domingo Perón, Evita y Tita Merello. Detrás hay una copia exacta del busto de Néstor Kirchner que se hizo para la Casa Rosada y de él cuelga una bufanda de su club, Racing de Avellaneda. Los sobrevuela el frente de una bicicleta con un canasto en el que sobresale la cabeza de un ET de látex, igual al de la película. A Valdés le llevó un mes convencer al artesano que lo creó para que se lo vendiera. El artesano no lo hizo hasta que logró fabricarse otro igual.

El ex diplomático arrancó con su berretín en el año 2001 en el barrio de Almagro, en el límite con Palermo y Villa Crespo, frente a un hipermercado y junto al colegio fundado por Susana, su mujer. Fue justo cuando empujados por la crisis obreros, gastronómicos y textiles empezaban a cirujear. “[Los cartoneros] me enseñaron a valorar lo que la gente tiraba, el 90% de las cosas que hay acá son recuperadas”, recuerda quien en ese año y hasta 2003 fue legislador de la Ciudad. En un rincón señala un Wincofon que funciona y rescató de la basura. También una de sus heladeras la consiguió por descarte.

En aquellos años ayudó a los recuperadores urbanos que ahora lo ayudan a él. Después de leer que los cartoneros pasaron de 5000 a 122.000, impulsó la Ley 992 que reguló el trabajo de recuperación de residuos y la creación de plantas de separación para evitar que quienes revolvían la basura terminaran sancionados o presos. Sobre una pared hay una carcaza de un viejo calefón con una frase escrita para él por los cartoneros que a cambio le venden o le avisan sobre objetos que posiblemente sean de su interés.

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El regalo de los cartoneros a Valdés.

Cristina Fernández de Kirchner festejó por lo menos dos de sus últimos cumpleaños allí. El del 2020 , junto al Presidente y a su hijo Máximo Kirchner entre un puñado de íntimos amigos. Para Alberto Fernández también había una fiesta prevista este 2 de abril que se canceló por la pandemia y el decretado aislamiento social.

“No soy un anticuario”, aclara Valdés que bautizó al lugar con el mismo nombre de un programa de radio que tuvo. Sobre cada pared, y hasta en el techo, todo tiene una razón. La primera es justamente la palabra y por eso hay gramófonos y viejas radios, imágenes de sus escritores favoritos hechas por REP (Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Juan Gelman, Oesterheld, Roberto Arlt, Fontanarrosa, Jauretche, Sarmiento, Alejandra Pizarnik, entre otros), afiches de películas, vinilos con las voces de escritores o políticos y muchas rarezas como un disco con mensajes de Montoneros y otro que Rodolfo Walsh grabó en Cuba.

Pero, además, se destacan figuras de artistas callejeros y objetos o juguetes que representan todo aquello “que nos hizo feliz”. Por eso están sus “superhéroes” como Paturuzú, Mafalda, Anteojito, Pucho y todos los personajes de El Chavo del 8. Los que lo hicieron reír como El Gordo y el Flaco, Chaplin, Los tres chiflados, los hermanos Marx, Pepe Biondi, el Negro Olmedo y Tato Bores. Hay varias vitrinas impecablemente limpias y repletas de autitos de colección y cientos de miniaturas que venían con un clásico chocolate.

Detrás de un vidrio todo es fútbol, aunque los equipos están organizados según clásicos como el propio de Villa Crespo (Atlanta y Chacarita), además de Huracán y San Lorenzo, Racing e Independiente y por supuesto el de River-Boca. Para estos días le prometieron los equipos completos de Estudiantes de la Plata y de Gimnasia y Esgrima. Los muñequitos los tiene en dos tamaños, pero se destacan los de no más de un centímetro y medio. Y sobre el mostrador del bar, de varios metros, está la réplica de la copa que le entregó Jorge D’Onofrio después de que los millonarios ganaran el campeonato de 2015.

Los líderes latinoamericanos están representados en muñecos como las dos versiones de Hugo Chávez (con guayabera en rojo y verde) que Valdés compró en las calles de Venezuela. Los hay sólo con rostros de cera como los de Lula da Silva y Evo Morales o los artistas mexicanos Frida Khalo y Diego Rivera.

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Elvis Presley, como Frank Sinatra. Los Beatles y Carlos Gardel, se mezclan entre los símbolos del rock nacional.

Pero también varios de los líderes regionales reales pasaron por allí, homenajeados por el anfitrión y por quienes hoy tienen destacados lugares en el gobierno nacional. En marzo del 2018 en una larga cena que se extendió hasta las 3 de la madrugada, Rafael Correa cantó con Axel Kicillof, Daniel Filmus y Jorge Taiana cuando los peronistas todavía estaban fuera del Gobierno, mucho antes de que su vuelta al poder fuera imaginable o posible.

En distintas ocasiones también agasajó al paraguayo Fernando Lugo, la brasilera Dilma Roussef y el uruguayo José ‘Pepe’ Mujica, todos ex presidentes a los que esta semana se refería Alberto Fernández cuando decía que se siente solo en el actual contexto latinoamericano. Casi siempre el chef que juega de local es Ariel Paoletti. Hay parrilla, wok, horno a leña y una enorme cocina con plancheta donde sólo se puede llegar con invitación porque esta especie de quincho museo gigante no es un espacio abierto al público.

El boxeo (con guantes de los grandes de ese deporte en Argentina) y la música se destacan. Charly García, como los Beatles, Spinetta, Lito Nebbia y Fito Páez. También Carlos Gardel.

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Cuatro animatronix de un artista de San Telmo se destacan en el café del barrio de Almagro.

Entusiasma especialmente al anfitrión mostrar cómo funcionan los animatronix del artista de San Telmo Daniel Fulco. Aunque su perfil es más tanguero, Valdés le pidió que hiciera una obra con los grandes del rock nacional y así suena “Muchacha ojos de papel” después de colocar una ficha en una ranura mientras los pequeños músicos se mueven dentro de la pequeña caja iluminada y colgada sobre la pared del ingreso.

Cuando no había aislamiento social obligatorio, Valdés salía a pasear en el Justicialista que puso a punto y exhibe en el garage de entrada. El auto que salió a mediados de los 50 de la fábrica de aviones de Córdoba es liviano y anda. Está apenas se traspasa el portón.

Como católico, ex embajador en El Vaticano y amigo del Papa Francisco, la imagen de Bergoglio se replica ahora más que la de Juan Pablo II. Pero también hay una vitrina política. En el estante inferior están referentes de izquierda como los muñecos que representan a Mao, Trotsky, Lenin, Fidel Castro y “el chancho burgués capitalista”, entre otros. El del medio es el espacio “nacional y popular” donde están Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y un ‘Nestornauta’, la imagen del Eternauta de Oesterheld. Dentro de la escafandra se ve perfectamente la cara del ex Presidente. El estante superior es para el movimiento justicialista con Juan Domingo Perón y Evita.

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Un auto ‘justicialista’. Funciona y Valdés lo usa una vez por semana.

A propósito: Hebe de Bonafini celebró un aniversario de las Madres en este lugar. Las recuerdan tres pañuelos pintados sobre los adoquines del garage, uno debajo de las ruedas del vehículo que creó el peronismo.

De Perón no sólo hay imágenes y discursos. Sobre una pared cuelga la bandera argentina con el escudo justicialista que estaba en su casa en el 55. Hace unos años el hoy secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Beliz, uno de los mejores amigos de Valdés y su familia, practicaba natación en el Círculo Militar donde se le acercó una persona que le contó que había participado del golpe y del operativo de allanamiento contra el entonces presidente de la Nación. “Me la llevé a mi casa”, le contó quien era coronel. Y antes de obsequiársela agregó: “Prometí regalársela al primer peronista honesto que conociera”. Cuando Beliz llegó a su auto con el estandarte volvió sobre sus pasos. “Prometió regalarla a un peronista honesto, pero usted la robó”, le reprochó.

Años después un cartonero le avisó a Valdés que según un encargado de edificio se estaba desarmando un departamento tras la muerte de su dueño. Había tres trajes allí que decían eran de Perón. Con ayuda de Beliz logró establecer que se trataba del mismo ex coronel. Valdés los compró y un maniquí con el rostro del ex Presidente viste un traje azul, mientras que guardó el blanco y el verde a la espera de la ayuda de Cristina Alvarez Rodríguez, que dirige el museo Evita y es diputada nacional y sobrinanieta de la mujer más emblemática en la historia del peronismo.

Sobre un sillón hay un casco pequeño. Era un juguete del líder justicialista, lo usaba cuando tenía unos 12 años. Y en su interior tiene grabadas las letras J y P.

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El traje militar de Juan Domingo Perón y un busto de Evita cuya nariz rompió el Golpe del ’55.

Lo lúdico se mezcla con la política. Como si fueran trofeos largamente deseados Valdés muestra las dos sortijas que colgó sobre una réplica de una calesita. “Cuesta mucho conseguirlas y tengo dos, voy a tener más”, comenta el acumulador que guarda todo perfectamente limpio y ordenado. Y confiesa que la compra de siete marionetas venecianas que cuelgan del techo le costaron una discusión con su esposa. La historia fue así: un amigo le avisó que tenía los u$s 5000 que le adeudaba y que quería pagarle antes de un viaje que haría. Valdés fue a buscar el dinero a Ramo Mejía y de regreso se detuvo en una tradicional casa de antigüedades sobre la avenida Rivadavia. En la vereda se exhibía un juego de sapo con la publicidad de un aperitivo. Como sapo ya tenía estacionó y sólo le sacó una foto con el celular para copiar el letrero. Antes de irse miró hacia adentro y las vio. Preguntó. El vendedor le ofreció a 500 dólares cada marioneta. Valdés buscó información en internet y comprobó que valían por lo menos el doble. No peleó el precio, las compró a todas y pidió de yapa un auto de juguete que un metalúrgico había hecho para su hijo. Cuando llegó a su casa descubrió que sobre el capó estaba la firma de José Luis Fangio. A su mujer le contó que las marionetas eran regalo de un amigo embajador. Al día siguiente ella encontró el comprobante de pago y lo reprendió. El se defendió: “Sólo el auto con la firma de Fangio vale los 3500 dólares que pagué, las marionetas me salieron gratis”.

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Sobre la carrocería del auto de juguete está la firma de Juan Manuel Fangio.

El diputado acaricia uno de los dos pianos y señala discos e imágenes de todos sus músicos favoritos; viejas y tradicionales publicidades (como un afiche de un agua mineral con la figura de Perón y varias de Genial, entre tantas); acordeones de distinto tamaño y una colección completa de armónicas, el instrumento que aprendió a tocar. “Como un perro pero toco” se excusa ante Infobae y señala una foto de su profesor Luis Saltos que además era peluquero. Un rincón se lo debe completo: justo en la entrada de la cocina está el sillón que utilizaba en su peluquería donde se filmó una parte de Gatica, la película de Leonardo Favio. Está el juego completo, desde el espejo, hasta las fotos, el sillón infantil y las publicidades de viejas gominas como aquellas de Glostora y otra de Cheseline. Arriba mandó a colgar los afiches de las películas del cineasta del peronismo y a un costado un pergamino que e 14 de mayo de 1951 le obsequiaron actores a Evita. Estamparon sus firmas desde Amelia Bence a Tita Merello y Mirtha Legrand.

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La peluquería de la película Gatica y en el fondo el busto de Evita hecho por Pallarols.

El sillón de peluquería es el mismo que Charly García usó en su último recital en el Luna Park. Pasó por el café, como pasaba el hoy Presidente y muchos políticos antes del aislamiento. Lo probó y al comprobar que aliviaba su dolor de cintura lo llevó prestado para el show.

En el rincón de la barbería se destaca el busto inmaculadamente blanco de Evita. Su cabeza está recostada y cerrados sus párpados. Parece muerta. Sobre la piedra está grabada una fecha de mayo de 1952, dos meses antes del deceso, y lleva la firma de Carlos Pallarols, el padre del platero Juan Carlos Pallarols. También tiene una historia detrás. Perón había convocado a Pedro Ara para evaluar la posibilidad de embalsamarla una vez que la inevitable muerte sucediera. Pero Evita estaba consumida por el cáncer y el general no quería que el pueblo la recordara tan delgada. Cuando el doctor Ara ingresó a la habitación, vio a Pallarols bosquejando lo que sería el Monumento a los Descamisados y luego, tras conversar con Perón, le encargó ese busto para ver cómo debería verse Evita tras pasar por el proceso planeado. Así como se ve en la piedra fue como quedó postmortem esa mujer venerada por todos los habitués del café de Valdés en cuyo techo cuelga una reversión de “La Creación” de Miguel Ángel. El lugar de la imagen de Dios lo ocupa Diego Maradona y el de Adán, Lio Messi.

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La versión de «La Creación», de Miguel Ángel, con Diego Maradona y Lionel Messi como protagonistas.

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Fuente: Infobae