Atenas, 23 dic (EFE).- En una esquina del puerto del Pireo, junto a Atenas, Lefteris Arapakis rebusca en varias bolsas de reciclaje. Por un momento, su mirada se va al mar donde una botella de cristal se aleja flotando. Lleva cuatro años limpiando el Mediterráneo y en las bolsas hay varias toneladas de plástico, pero sus ojos permanecen fijos en la botella que no ha podido rescatar.
«A veces es muy difícil saber si nuestro trabajo tiene algún impacto», explica en entrevista con Efe Arapakis, que acaba de ganar el premio de la ONU Jóvenes Campeones de la Tierra, siendo el único representante europeo de este año.
El joven griego que, a sus 26 años, lidera un proyecto pionero en la lucha contra la contaminación marina, admite que recibir este galardón supone una gran responsabilidad, pero, sobre todo, una gran motivación al ver reconocido su trabajo y el de la empresa social Enaleia que fundó junto a un amigo en 2016.
Con cinco generaciones de pescadores a sus espaldas, Arapakis fue el primero de su familia en acudir a la universidad, ya que sabía que la pesca no era lo suyo. «Creo que soy el peor pescador de toda Grecia», admite entre risas.
Pero la economía y administración de empresas, que era lo que había estudiado, tampoco acabarían siendo lo suyo. Sí lo era, en cambio, dedicar su vida al compromiso con el mar.
Así, el joven creó Enaleia como una academia donde poder formar nuevos pescadores profesionales y enseñarles técnicas de pesca más sostenible. Un programa del que ya se han beneficiado 114 personas desempleadas.
En una de las salidas de pesca para preparar las clases, Arapakis se dio cuenta de que los marineros recogían en sus redes grandes cantidades de plásticos que luego volvían a tirar al mar.
«Estaba mirando una botella que tenía fecha de caducidad en 1970, pero los pescadores me la quitaron y la lanzaron al agua», rememora. «Me dijeron que este no era nuestro problema».
A partir de esta experiencia, el joven griego decidió enfocar Enaleia en concienciar a los pescadores y ayudarles a que trasladaran a tierra todo el plástico que atrapaban en sus redes.
Arapakis reconoce que fue un proceso difícil, pero que supieron ganarse la confianza de los marineros al ofrecerles un incentivo económico (50 céntimos por kilo de plástico) y, sobre todo, al trabajar a su lado de forma eficiente, organizando la recogida y traslado de los desechos que llegaban al puerto.
Actualmente colaboran en el proyecto 700 pescadores en un total de 145 barcos en Grecia e Italia.
El material recogido -hasta ahora van 80 toneladas de plásticos- pasa por compresoras y luego es repartido a los distintos centros locales de reciclaje.
El cincuenta por ciento de lo que recogen es enviado a la Fundación Ecoafl, una empresa de ropa sostenible radicada en Madrid, que convierte estos materiales en calcetines, camisetas o bolsas, dando una nueva vida a la basura.
«Nuestra idea es expandir el proyecto globalmente, que cada pescador recoja la basura que traen sus redes», señala Arapakis, cuya organización ya ha empezado a trabajar en el puerto de Rimini en Italia, lo que se suma a los 12 puertos griegos donde ya están establecidos.
«El 30 por ciento de la basura de los mares la produce el propio material de los pescadores… Si somos capaces de organizar a los pescadores, podemos prevenirlo», explica.
En el puerto del Pireo, desde que se empezó a llevar a cabo este proyecto, a menudo los pescadores traen mas plástico que peces.
Las redes también han atrapado otros objetos mas curiosos como pequeños barcos que el joven griego quiere convertir en obras de arte, o incluso bombas, que a veces tiene que ser devueltas al mar porque siguen activas y tiene que acudir la Armada a por ellas.
Pese a esta imagen distópica, en la que la basura sustituye a la fauna marina y los kilos de plástico se acumulan en el puerto, Arapakis mantiene la esperanza en el futuro porque los marineros le han contado que las áreas de pesca cada vez tienen menos plástico.
Alberto Borreguero