Cuando Hugh Hefner era un adolescente poco, o nada, se hablaba sobre sexo en casa. Nació en el seno de una familia metodista ortodoxa, originaria de la ciudad de Chicago, en los Estados Unidos, y el tema era oscuro para sus padres. Incluso rayaba en lo prohibido.
“Teníamos prohibido el alcohol, y hablar de sexo era tabú, igual que mostrar los sentimientos y cualquier contacto de tipo corporal. Mi madre no me besaba para no transmitirme bacterias. Perdí la virginidad hasta los 22 años”, confesó en una entrevista con El Mundo.
Paradójicamente, Hugh pasó a la historia por sus atrevidas hazañas sexuales: vivió en una mansión rodeado de mujeres que fácilmente podrían haber sido sus nietas, se convirtió en cliente frecuente de las pastillas azules para mantener la libido que jamás disminuyó y se convirtió en leyenda por su hiperactividad sexual.
Y todo gracias a Playboy. La revista que lanzó en 1953 y que se convirtió en un imperio que abarcó desde bienes raíces hasta clubes nocturnos, ropa y joyería: ”Playboy era la respuesta a la estricta educación de mis padres”, dijo en la misma entrevista. “La revista fue producto de mis sueños incumplidos; con ella escapé de la vida de mis padres”.
Admirado y envidiado por muchos, criticado por otros; lo cierto es que Hugh Hefner vivió para convertirse en su propio héroe y hacer todas sus fantasías realidad. Al menos durante el tiempo que mantuvo el imperio que construyó a partir de la sensualidad y el erotismo.
La gran mentira de la familia feliz
Hugh Marston Hefner, su nombre completo, nació el 9 de abril de 1926 en la misma ciudad en la que fue criado. Víctima de las dificultades que trajo consigo la Gran Depresión, durante la infancia, Hugh se refugió en los cómics y en las películas de la época.
A través de ellas comenzó a soñar con mundos fantásticos y creció para convertirse en un adolescente extrovertido. Ingresó a la Universidad de Illinois, en donde estudió periodismo y destacó por sus aptitudes para el mundo editorial.
Trabajó en la revista estudiantil Shaft, una publicación de corte humorísitico, especialmente con temas referidos a la sexualidad, en donde se podían ver atisbos de lo que sería la Playbloy, como una bella modelo en la portada y la descripción de ella escrita por Hefner, algo parecido a lo que después llamó “Playmate”.
De acuerdo con el New York Times, Hugh formó parte del ejército estadounidense durante un par de años antes de aterrizar en un trabajo en una revista dedicada al público infantil.
Al mismo tiempo, contrajo matrimonio con su primera esposa, Mildred Williams, la mujer con quien perdió su virginidad, según contó él mismo. Al poco tiempo formaron una familia y tuvieron dos hijos. En apariencia, eran una joven familia con mucho futuro por delante.
No obstante, Hugh sentía que estaba viviendo una mentira: “Estaba tan perdido en ese punto de mi vida. No creía que fuera capaz de nada más que de repetir todo (…) Creí que el matrimonio llenaría mis sueños románticos, pero fue todo lo opuesto. Sentí que habían terminado”, contó en el documental Hugh Hefner: Once upon a time.
Pero los sueños de Hugh estaban a punto de concretarse. Hef, como también se le conocía, tenía en mente una nueva revista, una publicación cargada de erotismo que buscaba convertir hasta el último de los “sueños románticos” de los caballeros en realidad.
“Stag Party magazine”: una oda al hedonismo
La idea de Hugh era clara: huir de los valores conservadores que habían imperado en su país desde la crisis económica del 29. Quería regresar a la fiesta, el gozo y abrazar el más puro de los hedonismos.
Y, sobre todo, quería alejar el sexo de la moral y de ser percibido como una actividad que sólo debía ocurrir dentro de los límites del matrimonio, explicó años después en entrevistas retomadas por el documental primordial.
En un inicio, la revista se llamaba Stag Party, sin embargo, le cambiaron de nombre porque ya había una publicación llamada así en el mercado. El primer número fue ensamblado en la cocina del departamento de Hefner en Chicago con el dinero que algunos inversionistas aportaron, entre ellos, algunos familiares de él.
Entonces, en 1953 se lanzó Playboy al público; no hubo ninguna campaña publicitaria previa, aunque tenía a la estrella del momento en la portada: Marylin Monroe. Eso bastó para poner la revista en el mapa.
Monroe fue la primera mujer que protagonizó la portada de la revista del conejo y la primera en aparecer desnuda entre sus páginas. Aunque en realidad nunca posó para la revista; las fotografías en las que aparece con un telón rojo de fondo fueron disparadas por el fotógrafo Tom Kelly en 1949.
En su momento, Monroe habría recibido solo USD 50 por su trabajo como modelo, mismo que firmó con el seudónimo “Mona Monroe”, de acuerdo con una entrevista que concedió el vendedor de arte Pierre Vudrag a High Snobiety.
Hefner habría adquirido las fotografías por USD 500, aunque la bella actriz nunca dio su consentimiento para su publicación. La revista fue un éxito y se vendieron 50.000 copias de aquel ejemplar, según el sitio web Insider.
A lo largo de los años siguientes, la revista coleccionó a las mujeres más famosas del momento y las reveló al mundo en la intimidad: Brigitte Bardot, Madonna, Pamela Anderson, Cindy Crawford. Todas ellas marcaron la historia de la famosa publicación.
Con el éxito de Playboy, Hugh pronto se convirtió en un millonario. Y, como todo buen magnate, decidió mover su residencia a un verdadero palacio, en donde no sólo tuvo las fiestas más salvajes de la época, sino vivió con decenas de mujeres.
El esplendor del “Playboy” original: la mansión y los clubs
En el año 1960, Playboy abrió su primer club en la ciudad de Chicago. El mayor atractivo eran las mujeres que, vestidas con un leotardo, cuello y puños de camisa y orejas de conejo, atendían a los afiliados. Al club original se afiliaron alrededor de 50.000 miembros y pronto ya existían otros 22 clubs alrededor del mundo, de acuerdo con Business insider.
A la par, Hugh comenzó a vivir en la mansión Playboy, un castillo que fue originalmente construido a finales del siglo XIX y que desde 1959 hasta 1974 se encontraba en Chicago. Posteriormente, se trasladó a Los Ángeles, en California, a la famosa casa que compró a inicios de la década de los 70 y en donde vivió hasta que falleció.
Ubicada en Beverly Hills, la mansión de Hugh Hefner se convirtió en un ícono de fiestas y orgías por las tres décadas siguientes, en donde se daban cita actrices, modelos, celebridades y artistas por igual.
Actualmente valuada en USD 200 millones, de acuerdo con el sitio Mansion Global, la propiedad tiene alrededor de 1.360 metros cuadrados. Entre los lujos que contiene, están un zoológico, una casa de juegos, piscinas, un bosque privado, entre otras cosas.
En 1989, Hef contrajo matrimonio por segunda ocasión con Kimberly Conrad, una de sus “conejitas”. Tuvieron dos hijos y vivieron juntos en la mansión. No obstante, en 1998, la pareja se separó.
A inicios del 2000, ya con más de 70 años, Hugh vestía con las famosas batas de satén y aparecía con un sombrero de marinero, vivía con sus “novias”, la mayoría de ellas rubias, hermosas y, aunque en ese momento no se sabía, vivían acatadas a normas exageradas e incluso abusos por parte de Hefner.
Según reveló la exconejita, Holly Madison, en 2014, dentro de la mansión se vivía un infierno. Desde rincones sucios y almohadas corroídas, hasta encuentros sexuales forzosos con el dueño del imperio Playboy. Ante lo dicho por Madison el magnate expresó que algunas de sus exnovias decidieron “reescribir” la historia y negó las acusaciones.
Por su parte, Hefner hablaba de sus encuentros sexuales con orgullo. En 2001 reveló A El Mundo que era consumidor de viagra para poder mantener un ritmo de cuatro o cinco encuentros sexuales a la semana.
“Soy un auténtico preso del amor romántico que necesita sentimientos fuertes y lleva siempre el corazón en la mano. No quiero renunciar a la capacidad de asombrarme, y me encanta sentir un vuelco en el corazón. También eso pertenece al niño que hay en mí”, expresó en esa entrevista.
El Hugh de aquella familia puritana jamás había parecido tan lejano: “Tuve suerte, porque de pequeño viví en una época muy romántica y represiva, y de mayor, en una muy permisiva. Es la mejor combinación posible”.
Su paso por la monogamia
“Me mantuve fuera de escena por ocho años y medio. Estuve casado y fui fiel a aquel matrimonio del cual salí emocionalmente algo golpeado y me convertí en padre a principios de 1998 cuando conocí a la joven actriz Brandy Rodrick”, que no era la madre de los gemelos que nacían por esos días.
“El matrimonio funciona para algunas personas y para otras no. Yo crecí entre personas que se casaron jovencísimos y vivieron felices para siempre. Yo me casé dos veces y fui fiel, sigo estando muy cerca de ellas”, afirmó en otra entrevista.
“Tengo que confesar que (la época como hombre casado) no fue mi momento ni más feliz ni más productivo en mi vida”, finalmente acotó.
La caída del imperio del conejo
Hugh Hefner falleció el 27 de septiembre de 2017 a los 91 años por causas naturales. Contrajo matrimonio una tercera vez en el 2012 con la también conejita Playboy, Crystal Harris, quien finalmente se convirtió en su viuda.
Antes de morir, Hugh terminó de convertirse en un personaje de la cultura pop estadounidense cuando trabajó en un reality de televisión al interior de su mansión, producido por E! y transmitido desde el 2005 hasta el 2010.
La revista, que había servido como base para construir la fortuna del imperio que se extendió a otras áreas, como los clubs nocturnos que cerraron en los 80, a pesar de sus intentos por regresar en años recientes; también sufrió fatalmente en parte, según Insider, por no adaptarse a lo digital, lo que propició que sus competidores ganaran terreno.
Finalmente, la revista anunció que no publicaría más modelos desnudas en el 2016, aunque se echó para atrás poco tiempo después, y comenzó a incluir mujeres en las áreas creativas de Playboy; como Cardi B, quien recientemente se convirtió en la “directora creativa” de la publicación.
Actualmente, el legado de Hefner continúa a casi un lustro de su muerte. Aunque quizá alejado de lo que fue en un inicio: el sueño de un niño reprimido por experimentar la tan anhelada libertad.
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