Bioacústica: las revelaciones de la ciencia que descifra el canto de las aves

Bioacústica: las revelaciones de la ciencia que descifra el canto de las aves

Bernabé López-Lanús / Guía Audiornis de las aves de Argentina
De las 10.000 especies de aves, se calcula que son capaces de cantar unas 4.000

Desde hace décadas, el ornitólogo de campo argentino Bernabé López-Lanús captura registros sonoros de aves de Sudamérica. Aquí, algunas historias poco conocidas de las maravillas de la naturaleza que se revelan al oído entrenado.

El doctor en Biología Juan Carlos Reboreda, decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, lo ha llamado “el gurú de los sonidos”, pero Bernabé López-Lanús atribuye al menos parte de su talento auditivo a un déficit: “No tengo muy buena vista”, dice riendo. Ornitólogo de campo, escritor y director de Audiornis, una consultora de biología de la conservación con énfasis en bioacústica, López-Lanús es uno de los mayores referentes argentinos en el canto de las aves, y se dedica desde hace décadas a estudiar y atesorar sus registros sonoros, con una colección propia que casi llega al millar de especies en toda Sudamérica, una tercera parte de las existentes en la región.

¿Por qué dedicarse a los sonidos de las aves cuando el aspecto físico puede resultar mucho más atractivo? Es como preguntarle a un melómano porque no prefiere la pintura o la escultura. Pero López-Lanús también recuerda a un guardaparque de Misiones que hacía el inventario de fauna escuchando sonidos durante 40 minutos a la madrugada. “Eso me impresionaba. En la selva de Misiones veíamos 20 pájaros y él, desde la hamaca, anotaba 90 especies”, dice en diálogo con Infobae.

Bernabé López-Lanús / Guía Audiornis de las aves de Argentina
Bernabé López-Lanús en el trabajo de campo, registrando el sonido de las aves (Crédito: Bernabé López-Lanús)

Aunque no tiene formación académica, López-Lanús es coautor de trabajos en revistas científicas de la especialidad, autor de una completa guía de imágenes y sonidos de las aves de la Argentina que ya va por su cuarta edición y llegó a descubrir (por el canto, por supuesto) tres especies ignoradas para la ciencia, como el capuchino iberá, algo que describe como “la esencia del ornitólogo, el summum”.

Su pasión por las aves se despertó en la infancia, en un campo sobre la cuenca media del arroyo Saladillo, en la Provincia de Buenos Aires, subyugado por el concierto que acompañaba la salida del sol sobre el horizonte.

“Asustaba a mis hermanos diciéndoles que las palomas picazuró eran lobos. Leía de la fauna bonaerense, siempre había libros de pájaros en mi familia. A los 12 años, estaba convencido de haber descubierto un marabú (una cigüeña carroñera africana) y era un jabirú (la mayor cigüeña americana)”, evoca. “Es curioso, porque las cigüeñas… ¡no cantan! O, mejor dicho, solo lo hacen cuando están adentro del huevo, hay grabaciones”, destaca.

Los primeros registros sonoros de aves los hizo con un grabador de periodista a los 18 años. “Se puede grabar hasta con un zapato. No importa tanto la calidad, sino la importancia del espécimen acústico”, afirma López-Lanús.

De las 10.000 especies de aves, se calcula que son capaces de cantar unas 4.000. Algunas son incansables: un ejemplar del pequeño vireo ojirrojo (Vireo olivaceus), un ave americana, fue grabado cantando 22.197 canciones durante un lapso de 10 horas, según el libro Guinness de los récords. Pero se calcula que la mayoría apenas canta de 1.000 a 2.500 veces por día.

¿Por qué cantan las aves? “Esencialmente, para comunicarse”, señala López-Lanús. Un canto matutino habitual es la vocalización de proclamación territorial, “muy típico de los pájaros cantores para saber qué tan protegido está su territorio”. También suele ser una pieza clave del ritual de cortejo de los machos. Pero el especialista también sospecha que cantan de felicidad, por ejemplo, cuando cesa el viento. “Así como te sentís bien vos, se sienten bien ellos”, asegura.

Invitado por Infobae, López-Lanús compartió sus seis historias predilectas del canto de las aves: por curiosas, por significativas, por ilustrativas, por graciosas o incluso por su valor histórico. Y acompaña el relato con los respectivos audios: más vale pájaro al oído que cientos callados.

1 – Especies gemelas y el principio del cura en la iglesia

El tipo de canto de las aves se relaciona también con el ambiente (por ejemplo, presencia de obstáculos arbóreos). De hecho, López-Lanús explica que se han documentado ejemplos de evolución convergente donde especies muy distintas en sitios remotos del planeta emiten sonidos similares porque comparten hábitats semejantes. Pero también ocurre lo contrario: especies morfológicamente idénticas, y con una raíz común, que se dividieron en dos especies porque habitan entornos diferentes.

Es el caso de la remolinera común de la estepa y la remolinera del bosque de lengas andino-patagónico, “pájaros marroncitos más chicos que un hornero y que son indistinguibles desde el punto de vista molecular y del aspecto”, sostiene el ornitólogo. La diferencia entre ambas radica en el canto, aunque solo cuando se analiza mediante análisis exhaustivos de bioacústica, como espectrogramas. “Cuando iba a misa en Saladillo, el padre hablaba más despacio porque su voz rebotaba en las paredes de la iglesia y generaba un eco. Se me ocurrió que podría operar el mismo principio, no un eco, sino una reverberación por la presencia de los árboles. Y descubrí que la remolinera del bosque de lengas canta más despacio, menos notas ‘ti ti ti’ por segundo, porque se adaptaron a lo largo de las décadas o de los siglos al medio boscoso y así la reverberación no ‘empasta’ el mensaje o canto”, explica. La nueva especie propuesta lleva ahora su apellido: Cinclodes lopezlanusorum.

2 – El ave que muge y le dio nombre al toro

El canto de proclamación territorial del hocó oscuro (Tigrisoma fasciatum) consiste en una sucesión ascendente de notas graves (de baja frecuencia), con elementos independientes entre sí que terminan en una nota muy grave y prolongada, tipo mugido: “jo-jó! jo-Jó! Jo-Jó! Muuuuuú!”, “sonido que puede ser confundido con un mugido de vaca”.

Así describieron su hallazgo López-Lanús y una investigadora del Conicet en “El Hornero, revista de Ornitología Neotropical”, quienes en la mañana del 7 de septiembre de 2014 registraron la vocalización hasta entonces desconocida de un ejemplar adulto posado en la copa de un árbol sobre un riacho en Formosa. “Fue un regalo de la naturaleza”, evoca López-Lanús. ¿La conclusión?: el ave “mugió” de forma similar a un pariente, el hocó colorado (Tigrisoma lineatum). Pero los autores también plantean una hipótesis curiosa. En guaraní, el término “hoko” significa “toro”. Y habida cuenta de que el ganado vacuno llegó a la Cuenca del Plata recién en 1555, “es probable que los toros hayan sido denominados por las etnias guaraníticas como el ave por producir mugidos como ésta, y no que el ave haya sido denominada así por los toros”. En otras palabras: cuando llegaron los toros y las vacas al Nuevo Mundo, pobladores originarios asociaron sus mugidos con el sonido de las aves que ya conocían.

3 – Cantando bajo las aguas

Si Guillermo Coppola es capaz de fumar debajo del agua, como en la portada del libro “Guillote”, el burrito amarillo (Hapalocrex flaviventer), un ave de humedales de agua dulce y estanques tropicales, tiene una habilidad similar: cantar debajo de la superficie acuosa. O casi. López-Lanús había escuchado su “bipbip” en Ecuador y le quedaba pendiente hacer una buena grabación de la especie. Tuvo su oportunidad 30 años después, en un bañado de Entre Ríos. El sonido era claro. Estaba a 10 centímetros, en medio de la vegetación acuática, ¡pero no lo veía! El ornitólogo dictaminó que se había confundido y que, en realidad, se trataba de una rana. Poco después comprendió todo. El burrito amarillo apenas asoma el pico y larga el sonido desde el aire, pero con todo el cuerpo sumergido.

4 – El despliegue “mágico” de un jilguero

De la decena de especies de jilguero en Argentina, López-Lanús cree haber descubierto una de características únicas: el jilguero ventanero o Sicaris holbergi, una especie endémica de la Provincia de Buenos Aires aislada en el sistema de sierras cuaternarias de Sierra de la Ventana. “Entre los jilgueros tiene una vocalización de frecuencia muy alta. Y el trino es acompañado de un despliegue impresionante en los bordes de paredes de 10, 15 y 100 metros de altura. Busca esa posición para poder hacer su canto, con un despliegue frente a las hembras que es como un vuelo suspendido con un batido de alas muy rápido que recuerda a las mariposas. Es algo mágico. Grandioso”, dice López-Lanús.

5 – El imitador ignorado

Muchas aves tienen la habilidad de imitar el canto de otras especies. Pero hasta hace poco nadie sabía que la corbatita de collar (Sporophila collaris), un pequeño pájaro de 11 gramos que se extiende por el este del Cono Sur, exhibe ese talento de manera extraordinaria. “Es un imitador ignorado, un héroe ignorado”, afirma López-Lanús. “Tiene el cerebro del tamaño de dos maníes, pero la capacidad de imitar cantos complejos de 25 especies en medio minuto, desde un chajá y una gallareta hasta un hornero”. Las razones evolutivas de ese comportamiento se ignoran, pero podría ser “para sorprender a las hembras con fines reproductivos”, especula el experto.

6 – El búho que delató una “escapada” uruguaya de Guillermo Enrique Hudson

En su novela “La tierra purpúrea”, el naturalista y escritor argentino Guillermo Enrique Hudson (1841-1922), describe la siguiente escena ambientada en la Banda Oriental: “De pronto llegó un enorme lechuzón volando silenciosamente, y posándose en las ramas más altas de un árbol cercano, empezó a lanzar una sucesión de monótonos gritos que sonaban como ladridos de sabuesos escuchados a gran distancia. Al rato comenzó lo mismo otro lechuzón, respondiendo a lo lejos, y el melancólico dúo se mantuvo durante una hora. Cada vez que una de las aves cesaba su bu-bu-bu-bu-bu, yo contenía el aliento y aguzaba el oído para percibir las notas de respuesta, temiendo que el menor movimiento me hiciera perderlas”.

Para López-Lanús, quien investigó esta historia para su libro “Allá lejos y hace tiempo II. La segunda parte de la autobiografía de W. H. Hudson en el Plata”, el segundo de los protagonistas de este “diálogo” es indiscutiblemente el búho ñacurutú (Bubo virginianus), que Hudson solo pudo haber conocido en su área de distribución, que incluía Uruguay, “país donde él siempre negó haber estado, seguramente para no tener problemas con su cónyuge en la Inglaterra victoriana”, dice.

El ornitólogo agrega que Hudson sí describió en detalle la avifauna de la Patagonia, incluyendo el canto “demoníaco” de un búho que entonces se consideraba ñacurutú y que hoy se conoce como búho tucúquere (Bubo magellanicus). “Él no tenía entonces razones para pensar que cantaban distinto. Por lo que no pudo haber reconstruido el canto del ñacurutú visitando solo la Patagonia”, deduce.

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Fuente: Infobae