Hoy en día, es casi imposible no abrumarse con la infinidad de tareas de la vida cotidiana y el caos del multitasking. “Todos queremos ser más eficientes, tener excelente memoria, tomar buenas decisiones ante los problemas y trabajar mejor en equipo. Pero también ser más creativos, empáticos, optimistas y resilientes… ¿Cómo lograrlo?”, se pregunta la psicóloga y doctora en Medicina argentina Teresa Torralva. La respuesta está en su nuevo libro, Upgrade cerebral.
Después de años de dedicarse al estudio del cerebro, en los que publicó libros como Saber acompañar y Cerebro adolescente, esta vez Torralva se enfocó en lo que ella llama “el comandante en jefe” de dicho órgano: las funciones ejecutivas. Aunque según advierte la autora, en este caso la palabra “ejecutivo” nada tiene que ver con un alto puesto empresarial o un adulto de traje.
“Ejecutivo es quien actúa, no espera ni dilata la ejecución, (…) aquel que se hace cargo y se responsabiliza de aquello que le permite tener un modo de vida determinado”, escribe la autora en el primer capítulo de Upgrade cerebral, compartido a continuación. Dado que estas funciones ejecutivas del cerebro, imprescindibles para la toma de decisiones y el buen contacto con el entorno, no son algo que se obtiene desde el nacimiento, Torralva propone una guía para que quien no las posea las adquiera, y quien ya las tenga pueda ejercitarlas y mejorarlas.
Cómo lograr mayor flexibilidad mental, organización, resiliencia y empatía; cómo afectan al cerebro la falta de sueño, el tabaco, el alcohol, el sobrepeso, las relaciones personales y trastornos como la depresión y la ansiedad; y qué consejos prácticos da para entrenar las funciones cognitivas y mejorar la calidad de vida, como armar una agenda, calcular los tiempos y pensar en voz alta. Todo esto y más en Upgrade cerebral, el libro que demuestra que el cerebro, aunque no sea un músculo, también puede ejercitarse.
“Upgrade cerebral” (fragmento)
Las funciones ejecutivas
Definitivamente, no todos entendemos lo mismo por el término “ejecutivo”. No sorprende, ya que la palabra, según la Real Academia Española, tiene por lo menos siete acepciones. Nos quedaremos con las primeras dos definiciones para este libro, es decir, en principio, ejecutivo es quien actúa, no espera ni dilata la ejecución. Por lo tanto, intentaremos alejarnos de los términos que la asocian exclusivamente con un alto cargo empresarial, al gobierno o junta directiva. Pero para acercar la definición seleccionada a nuestra vida de todos los días, podríamos decir que ejecutivo es aquel que se hace cargo y se responsabiliza de aquello que le permite tener un modo de vida determinado.
Ya sea porque estamos en una etapa donde los hijos, los amigos, el trabajo, las actividades deportivas, los hobbies y demás actividades no entran en nuestra apretada agenda o bien porque estamos en otra etapa donde el valioso tiempo sobra, y queremos decidir cuándo y para qué usarlo. También puede pasar que estemos en plena actividad, llenos de obligaciones de todo tipo y, sin embargo, nos encontremos sin ánimo alguno para decidir sobre las mil y una variables que tiene nuestra bendita vida.
Si queremos gestionar nuestro tiempo de una forma que nos permita priorizar, jerarquizar, ser flexibles, si queremos dedicar tiempo a nuestros afectos, a nuestros hobbies, a nuestro trabajo, necesitamos fortalecer nuestras llamadas funciones ejecutivas (FE), es decir, habilidades que contribuyen al diseño de nuestra vida. Se trata de uno de los objetos de estudio más importantes de la neuropsicología, una rama de las neurociencias, que investiga la relación entre el cerebro, la conducta y los procesos cognitivos.
A grandes rasgos, las funciones ejecutivas permiten delinear un plan de acción, iniciarlo, mantenerlo y finalizarlo, así como trabajar en forma efectiva con los demás, enfrentar las distracciones y atender las múltiples demandas que nuestra vida con lleva.
Al inicio, la neuropsicología se dedicó fuertemente a estudiar estas relaciones en personas con daño cerebral, pero ya hace décadas se dedica también a conocer la interacción entre cerebro y función en personas sin lesiones cerebrales, los llamados “controles normales” en los estudios científicos. En pocas palabras: estudia cómo funciona el cerebro sano.
Estudia cómo pensamos, cómo sentimos, cómo actuamos y su relación con determinadas redes o áreas cerebrales. Entre las diversas funciones cognitivas se encuentran la atención, la memoria, el lenguaje, las habilidades visoespaciales y las funciones ejecutivas. Nos centraremos directamente en estas últimas, ya que constituyen el grupo de procesos cognitivos que organizan nuestra conducta y nos permiten llevar adelante nuestros planes.
Cualquier objetivo o meta que tengamos en mente requiere para su ejecución poner en marcha las funciones ejecutivas. Gracias a ellas podemos planificar desde el más pequeño objetivo cotidiano como qué comer hoy, hasta tomar decisiones muy importantes para nuestra vida como, por ejemplo, decidir dónde queremos vivir, cómo adaptar nuestra conducta a las demandas del contexto, particularmente aquellas que conllevan un abordaje novedoso y creativo. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cuáles son los pasos a seguir? Evaluamos pros y contras, organizamos el tiempo, hacemos un cronograma, evaluamos el impacto emocional de la decisión, etc. O bien, nos lanzamos a tomar la decisión que intuitivamente aparece sin tanta deliberación, de una manera más automática y repentina. Veremos en los próximos apartados cómo en algunas ocasiones podremos evaluar, programar, planificar y otras veces directamente actuar, hacer o decidir sin tanta elaboración.
Funciones frías y calientes
No hace tanto tiempo, se ha propuesto clasificarlas en dos grandes grupos: funciones ejecutivas frías y calientes. Las funciones ejecutivas frías se refieren a los procesos que involucran un análisis basado en la lógica mientras que las funciones ejecutivas calientes basan su análisis en la emoción. Estas funciones no constituyen rasgos fijos, no nacemos con ellas o sin ellas, no vienen determinadas genéticamente, sino que se pueden mejorar a través del entrenamiento y la práctica. ¡Qué gran noticia! Tradicionalmente, cuando se hablaba de las funciones ejecutivas, se las relacionaba con un grupo de habilidades asociadas a condiciones abstractas, fuera de contexto y “neutras”, aquellas que requieren un supuesto análisis “racional”, consciente, exento de toda emoción. Sin embargo, hoy ya sabemos que ciertas funciones ejecutivas son sensibles al contexto emocional y motivacional, que determinan la elección entre un plan de acción u otro. Algo de nuestra experiencia emocional interfiere y nos hace decidir. Dentro de estas funciones llamadas “calientes” se encuentran la regulación emocional, la capacidad para demorar las recompensas, la capacidad para ponerse en el lugar del otro (lectura de la mente), la empatía (no solo ponerse en el lugar del otro, sino hacer algo al respecto) y la toma de decisiones. Zelazo y Müller en 2002 acuñaron el concepto de funciones ejecutivas calientes como aquellas necesarias al momento de enfrentamos a un problema con implicancias personales y/o sociales, donde la emoción está presente, un denominador común de muchas situaciones de nuestra vida cotidiana.
Las funciones ejecutivas frías y calientes se van desarrollan do de manera diferenciada durante nuestra vida. Las FE frías se van especializando desde la infancia, durante la adolescencia hasta la adultez, por eso se las considera un buen predictor del desempeño académico. Esto no significa que toda persona que tenga el puntaje más bajo en pruebas que evalúen funciones ejecutivas frías vaya a tener sí o sí un desempeño bajo en la escuela o universidad, pero significa que existe una importante correlación entre estos factores. Mayor entrenamiento ejecutivo, más probabilidades de un mejor desempeño académico. A la vez, las FE calientes se desarrollan más tardíamente y se asocian con la calidad de las relaciones interpersonales y las habilidades pro sociales de una persona. Sin lugar a dudas ambas son claves para poder diseñar con calidad el plan de nuestra vida.
Aquí tendré que hacer un paréntesis y como neuropsicóloga no puedo dejar de situarlas anatómicamente. ¿Dónde se asientan las funciones ejecutivas? Es decir, ¿qué parte del cerebro es fundamental y necesaria para esta función? La respuesta es: los lóbulos frontales. No en vano ocupan un tercio de nuestro cerebro… Ellos median conductas distintivamente humanas. Son el punto crucial y fundamental para integrar los aprendizajes, la intuición y la emoción en función de nuestro contexto cambiante.
Bien sabemos que, como dice E. Goldberg en la introducción de su libro El cerebro ejecutivo, si otras partes del cerebro se dañan, pueden surgir dificultades motoras, sensoriales, de memoria o de lenguaje mientras que la esencia del individuo permanece intacta, ahora, si lo que se dañan son los lóbulos frontales, lo que se afecta ya no es un atributo de la mente, sino la mente misma. Se afecta nuestra identidad.
La lesión o disfunción de los lóbulos frontales puede producir diversos síntomas que –en mayor o menor medida– impactan en nuestra vida cotidiana. De esta forma los lóbulos frontales resultan fundamentales en la planificación y la ejecución de tareas, la intención, la iniciación y la organización. También son responsables del procesamiento de la información y de la recuperación de la información almacenada en otras regiones del cerebro. Es el gran buscador de nuestro cerebro, ya que recupera la información que necesitamos para una correcta toma de decisiones. También juega un rol central en el establecimiento de objetivos y en la creación de planes de acción necesarios para lograrlos.
En la vida diaria, este complejo sistema ejecutivo puede verse afectado por múltiples motivos, si estamos estresados, ansiosos o anímicamente caídos podremos sentirnos sobrepasados de tareas y demandas, por lo tanto, esta red ejecutiva puede verse abrumada y perder el control. Como consecuencia, probablemente nuestros objetivos personales, familiares o laborales puedan verse comprometidos. Es importante saber que este sistema ejecutivo también puede verse afectado por diversas patologías o condiciones tales como el trastorno por déficit de atención, el accidente cerebrovascular, la epilepsia, el traumatismo de cráneo, y enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia, el trastorno bipolar o el trastorno obsesivo compulsivo, entre otras. Ahora, para entender mejor de qué se tratan estas funciones tan importantes para nuestra vida diaria, intentaremos introducirlas una por una, definiéndolas con la mayor claridad y simpleza posible para –de esta forma– conocer cuáles son sus implicancias en nuestro diario vivir.
Quién es Teresa Torralva
♦ Es psicóloga, doctora en Medicina, investigadora y profesora de grado y de posgrado.
♦ Es presidenta de la Fundación INECO, profesora titular de Neurociencias en la Universidad Favaloro y directora del Departamento de Neuropsicología del grupo INECO.
♦ Ha publicado más de 80 artículos científicos referentes a la neuropsicología en reconocidas revistas nacionales e internacionales.
♦ Escribió los libros Cerebro adolescente, Tratado de neuropsicología clínica, Rehabilitación cognitiva. De la teoría a la práctica profesional, Rehabilitación cognitiva. Casos clínicos y Saber acompañar, entre otros.
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