La cotización del euro comenzó a caer frente al dólar desde la invasión rusa a Ucrania, pero también cae frente al yen japonés y el franco suizo. Antes de la guerra, el euro valía 1,13 dólares; ahora está debajo de 1. Es su peor valor de los últimos 20 años. Las perspectivas a futuro no son buenas, en la medida que la ralentización del suministro de gas ruso continúe. La inflación no parece descender y la suave recesión podría incrementarse, lo que genera una amplia inquietud ciudadana.
A diferencia de la Reserva Federal de los EEUU, el BCE no ha aumentado la tasa de interés para evitar una mayor recesión, lo cual se manifiesta en términos inflacionarios. Como Europa importa materias prima y energía, un euro más debilitado significa costos internos más altos, ya que las transacciones se realizan generalmente en dólares. Si bien los precios del petróleo y gas han bajado levemente, podrían verse incrementados durante el próximo invierno.
Un euro más débil podría beneficiar a Alemania, cuya economía está sustentada en actividades exportadoras, siempre que el mundo se guie por un libre intercambio comercial. Pero estos tiempos no son normales, ya que están afectados por las tensiones geopolíticas en las cadenas de suministros globales; son épocas de globalización restringida, debido a las sanciones político-económicas mutuas, derivadas de la guerra en Ucrania.
El gas (ruso o norteamericano) es una materia prima para la poderosa industria petroquímica alemana: casi toda la industria pesada del país depende del gas natural. A principios del año 2021, alrededor del 65% del gas natural en Alemania procedía de Rusia. Ahora, eso ha caído por debajo del 40%. En 2021, alrededor del 53% del carbón de Alemania necesario para la producción industrial y de energía se importó de Rusia, que se reduciría a cero después de que entre en vigencia una prohibición en toda la UE.
Para compensar el aumento de los precios de la energía que tanto afectan a su competitividad internacional, Alemania ha resuelto reemplazar parcialmente el gas ruso por carbón, también más barato que el gas natural licuado (GNL), que ahora comienza a proveerle EEUU. Por ello, están reabriendo algunas centrales eléctricas que funcionaban a carbón y que se estaban eliminando gradualmente, debido a su perjudicial impacto climático. También eso está ocurriendo en otros países europeos; nunca antes el mundo había usado tanto carbón para generar tanta electricidad. En Alemania las fuentes de generación eléctrica son: Renovables, en un 46% (Eólica, 23%; Hidro, 4%; Biomasa, 9%; Solar, 10%); Fósil, en un 41% (Carbón liviano, llamado lignita, 20%; Carbón duro, o antracita, 10%; gas natural, 10%) y Nuclear, el 13%.
Alemania calcula que deberá importar mayor cantidad de carbón antracita de EEUU y de otros orígenes (Sudáfrica, Australia, Colombia e Indonesia). Pero deberá lidiar con una cadena logística no organizada para esos orígenes y volúmenes, con barcos operando en el Rhin al 40% de su capacidad de carga, por su bajo calado, debido a la sequía. Además, deberá adaptar sus centrales eléctricas a la calidad de esos diferentes proveedores. Todos problemas solucionables, pero que demandarán tiempo. Para complicar el panorama, la alta demanda podría hacer que el precio del carbón aumente aún más de lo que ya aumentó: la hulla pasó de 64 a 400 USD por tonelada en los 2 últimos años.
Todo esto trae malas noticias a los activistas climáticos, particularmente al partido “Die Grünnen” (“Los Verdes”), actualmente integrantes de la coalición de gobierno en Alemania, junto a los socialdemócratas (SPD) y los liberales (FDP). Les agrega una contradicción adicional, el hecho de que el GNL que se importa de EEUU proviene del fracking, un método de extracción de gas de esquisto muy cuestionado y prohibido en la mayoría de los países de Europa, por las fugas de productos químicos a las aguas subterráneas y a sus altas emisiones de metano, que es 80 veces más contaminante que el CO2. Gran contradicción doctrinaria empezar a importarlo, estando prohibido en su territorio. Decididamente, los objetivos climáticos de Alemania se demoran y eso arrastrará a toda Europa, poniendo en riesgo las recomendaciones utbi et orbi de los muy rentables proyectos de venta de tecnología “verde” europea al resto de los países periféricos.
Una solución para Alemania es volver a la energía nuclear, de la que, cometiendo un grave error estratégico, empezaron a eliminarla por impulso de “Los Verdes” durante el gobierno socialdemócrata de Helmut Schröder en 1998. El posterior gobierno de Angela Merkel, ante el desastre nuclear de Fukushima, (Japón, 2011), finalmente siguió esa misma ruta. Si hoy Alemania decidieran volver a instalar nuevas centrales nucleares, el camino de retorno no sería sencillo y demoraría muchos años. Alemania todavía tiene tres plantas de energía nuclear en funcionamiento, que estaban en camino a ser cerradas, pero a las que, ahora, les van a prolongar su vida útil.
Estos problemas alemanes se expanden a casi toda Europa, principalmente a Polonia, Italia y Holanda. La UE importa anualmente casi 4.000 M de euros en carbón de Rusia. Pese a las prohibiciones en marcha, probablemente lo seguirán haciendo mientras buscan formas de reducir los costos de generación de energía, lo cual es difícil porque es el más barato. Rusia, el tercer mayor exportador de carbón del mundo, detrás de Indonesia y Australia, representa el 45% de las importaciones totales de carbón de la UE. En el caso de carbón de uso térmico, la cifra asciende al 70%, mientras en el uso metalúrgico (para fabricar hierro y acero), representa entre el 25% de las importaciones de la UE.
El precio del petróleo
EEUU y Europa intentan reiniciar el acuerdo nuclear del 2015 con Irán, con el objetivo de liberar los bloqueados depósitos de petróleo iraní para que baje su precio. Pero Rusia e Irán están negociando la extensión del Memorando de Entendimiento (MoU) para desarrollar otros 14 campos de petróleo y gas iraníes, además de los 7 anteriores, en los cuales Rusia ha invertido USD 40.000 M, para producir también GNL. Además, adoptaron el sistema de pago rial-rublo, manejado por el sistema Mir del Banco Central de Rusia, con la intención estratégica de eludir el sistema financiero de EEUU. A su vez, Rusia ha desmentido su oposición al acuerdo nuclear entre Irán y EEUU, por el supuesto reemplazo del petróleo ruso por el iraní en el lucrativo mercado europeo y porque una baja del precio afectaría el pilar de la economía rusa. Irán solo podría agregar unos 900.000 barriles por día de producción dentro de los tres meses posteriores a la reducción de las sanciones, y potencialmente bombear cerca de su capacidad total de alrededor de 3,7 M de barriles por día dentro de los seis meses y tardaría alrededor de 12 meses en aumentar por completo su producción de petróleo.
El entendimiento geopolítico entre Rusia e Irán se encuentra hoy en un alto nivel y es difícil que Irán desafíe los intereses centrales de Rusia en las condiciones geopolíticas actuales, sabiendo que la política norteamericana puede cambiar en las próximas elecciones del 2024 y que Europa se dirige hacia la tecnología verde. Un factor adicional ha sido el acercamiento de Irán a Arabia Saudita, pese a sus diferencias religiosas, que permitirían que Irán ingrese a la OPEP+, núcleo de la alianza petrolera entre Arabia Saudita y Rusia, para manejar los precios en el mercado global. A Irán le convendría que se mantengan altos. Arabia Saudita está cada vez más alineada con Rusia que con los EEUU en el escenario global. Y todos necesitan precios del petróleo más altos. A medida que las ventas de petróleo ruso se desplacen hacia Asia, la presencia de Arabia e Irán en el mercado europeo será su consecuencia. En resumen, el precio del petróleo se mantendrá en los actuales niveles por un tiempo prolongado.
Europa y Ucrania
Los EEUU siguen con su estrategia de garantizarle a Ucrania la provisión de armas para que pueda seguir su guerra contra Rusia a largo plazo. Las que se enviarán en el nuevo paquete de “ayuda”, de USD 2.980 M, ya no provendrán de las preexistentes reservas de sistemas de armas, sino que a partir de ahora deberán comprarse a los contratistas de defensa, por lo que su entrega será más lenta y dependiendo de stocks existentes. La novedad es que se están agotando las reservas actuales de EEUU, como también ocurre del lado europeo, y muy probablemente ocurra lo mismo del lado ruso; por eso en estos últimos tiempos, los combates se han hecho más lentos.
El Instituto Kiel para la Economía Mundial de Alemania indicó recientemente que “el flujo de apoyo internacional para Ucrania se ha secado en julio, y ningún país grande de la UE, como Alemania, Francia o Italia, ha hecho nuevas promesas significativas”. Francia, España o Italia hasta ahora han brindado muy poco apoyo a Ucrania, o siguen siendo muy opacos sobre su ayuda. En Polonia, hay “fatiga de refugiados”. La inflación es la preocupación central en toda la opinión pública europea. El canciller Olaf Scholz enfrenta disidencias dentro de su propio partido por parte de quienes quieren que Berlín deje de proporcionar armas a Kiev y que se entable un diálogo con Rusia. De hecho, Berlín nunca ha proporcionado a Kiev armas que puedan usarse para atacar a Rusia. El diario inglés The Economist, un crítico virulento del Kremlin, admitió recientemente que las restricciones económicas contra Rusia “no se han materializado”, ya que las ventas de petróleo y gas le darán en 2022 a Rusia una ganancia neta de USD 265.000 M, el segundo puesto global después de China. El sistema financiero ruso se estabilizó y han encontrado nuevos proveedores para algunos suministros estratégicos.
Por todo ello, el rumbo europeo sigue siendo muy incierto.
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