Hace dos años le preguntaron a Jennifer Aniston acerca de qué pasaría si Friends se filmara hoy. Con mucho de humor pero más de realidad, la actriz respondió que “seguramente tendrías una cafetería llena de personas atentas a sus celulares… No habría episodios, ni conversaciones»;. No es la única ficción que quedaría extraña. MacGyver ya no recurriría a su ingenio sino a un tutorial en la web y Bonanza sería criticada por mostrar solo protagonistas masculinos, heterosexuales y blancos. Si es por críticas y filtros La familia Ingalls pasó de ser una serie que proponía una familia soñada a ser tomada como el ideal pero de lo que no es. ¿Quién no escuchó, luego de una pelea con un familiar, que le argumentaran “es la realidad, los Ingalls no existen”?
Ante las nuevas miradas y cambios de paradigmas, los autores se encuentran con nuevos desafíos para poder seguir haciendo algo que, desde que el mundo es mundo, las personas hacen: contar historias que merezcan ser narradas y escuchadas.
En ese sentido, Silvina Olschansky, una de las autoras de El marginal pregunta y se pregunta: “¿Se podría hoy escribir un personaje para niños como el de Etelvina, de Señorita Maestra? Es un personaje de mi infancia al que suelo remitirme mucho, y mil años después se me aparece pensar: ‘Fulana es una Etelvina’. En un nombre resumo toda una definición. No sé si en 2019 se podría escribir ese personaje, con tanto cuidado que se tiene. Y para mí el personaje estaba genial. Ella era así, creída, mimada, discriminadora y cuidaban que tenga su contrapunto, no era para aplaudirla. Me enseñó mucho siendo tan fea persona. Me daría pena habérmela perdido».
Pablo Lago, ganador de un Martín Fierro al mejor guionista y autor de Locas de Amor y La leona, entre otras ficciones, también se suma a la reflexión. Reconoce que muchas propuestas son productos culturales que reflejan determinadas características de la sociedad o de los grupos dominantes de cada época. La familia Ingalls representaba a una familia tradicional, religiosa, con mujeres sumisas e hiper correctas. En Amo y Señor el personaje de André era el prototipo de un hombre que mandaba en la casa; hoy sería imposible ver escenas de cachetazos en una pareja como forma de amor. “Es cierto que al escribir una historia con Susana Cardozo, mi socia y compañera, nos encontramos con limitaciones. Debemos estar pendientes de lo que se escribe y lo que se deja de escribir para ser políticamente correctos, algo que en lo personal a mi molesta. Es que en el molestar, en el incomodar es cuando podemos ayudar al espectador a reflexionar y preguntarse cosas. Lo que yo no quisiera es que por ir acordes a ese discurso dejemos de contar ficciones atractivas y cuestionadoras”.
Ambos autores destacan que, en los últimos tiempos, cuando desean incorporar a un personaje machista contando un chiste machista se encuentran con un ‘no lo pongas‘. “El peligro de estos tiempos es que por ser políticamente correctos nos perdamos ciertas puntas dramáticas. En la ficción nunca hay que juzgar a los personajes. Hay personajes jodidos, retrógrados o racistas y está bueno verlos. Si todo es políticamente correcto lo único que se hace es bajar línea y dar un discurso tan moralista como el que solemos criticar”, subraya Lago. En ese sentido fue interesante lo que generó Palermo, el personaje que Rodrigo de la Serna interpretó en La Casa de Papel, un ingeniero brillante pero también un misógino patético. Y justamente era la composición de ese personaje, llevado al extremo. lo que permitía cuestionarse acerca de actitudes o expresiones incorporadas y no siempre percibidas como dañinas.
En la misma línea Olschansky afirma “Es un momento que mucha gente se pone agresiva cuando siente que le tocan su bandera. Pero hay que hacer el aguante y no sucumbir al miedo. Por suerte con mi socio, Guillermo Salmerón, no nos pasó que nos bochen material por supuesta incorrección política. Pero sabemos que sí ocurre y de alguna manera cuando escribimos es un tema que ambos tenemos en cuenta. Hay una limitación ya asumida. También depende el proyecto. En El Marginal, lo políticamente incorrecto era parte del proyecto en sí”.
Ficciones protagonizadas solo por “machotes”, series sin lugar para la diversidad y con puestas antiguas. Si esas historias quedaron tan desactualizadas ¿por qué las recordamos tanto e incluso las volvemos a ver cuando las reponen? Una de las respuestas es que aunque muestran algunos estereotipos obsoletos son historias muy bien narradas y con valores que perduran. Es cierto que Charles Ingalls puede ser señalado como un hombre irreal que nunca pierde la paciencia y vive en una ciudad donde todos son “bellos”, pero también es cierto que muestra a un padre trabajador que se desvive por su familia. Lo primero es imposible de encontrar, lo segundo no. Por su parte, Friends no deja de ser una serie que enaltece el valor de la amistad y MacGyver sigue invitando a triunfar con el ingenio antes que con la violencia. Entonces ¿hay que romper con todas las series y programas que marcaron a una generación? Los autores consultados aseguran que no, esas historias y algunos de sus valores siguen siendo válidos. El desafío es reconvertirlas y actualizarlas.
Marcelo Camaño, premio Konex 2011 en Guión de Televisión y autor de novelas como Resistiré, Vidas Robadas y Montecristo, señala: “Creo que la televisión más que una crisis de contenidos con ficciones vetustas vive una crisis en donde con el advenimiento de las nuevas tecnologías, muchos gerentes no saben para dónde ir. En cuanto a lo políticamente correcto estoy un poquito saturado. Si tengo un universo masculino y otro femenino y necesito contraponerlo debe ser en función de la historia y no porque es políticamente correcto”. El autor pone de ejemplo series de época como Las chicas del cable, Velvet o Catalina la grande que cuentan con una gran audiencia y eso es porque los temas modernos se ponen en discusión a partir de esa época. Eso es lo que hace a los programas tan atractivos como actuales a pesar de contar historias de tiempos pasados.
La clave parece estar no en archivar contenidos sino en modernizarlos. “No hay que romper con lo anterior sino reincorporar, aggionar. Hay obras de la literatura argentina o clásicos del cine que sería ideal reversionar desde la mirada de hoy” dice Camaño y da un ejemplo. “En Friends un grupo de amigos hablaba en un bar o en su casa. Eso se puede reproducir como en Pequeña Victoria donde a partir de la crianza de la beba surgen las distintas historias” y remata entre risas “además en tiempos de presupuestos alicaídos necesitamos gente sentada hablando”.
Con tanta corrección los autores defienden el derecho de sus personajes a decir monstruosidades que por otro lado casi siempre se escuchan en la vida real, aunque en la televisión resulte incorrecto mostrar. Insisten que el juego consiste no en dejar de narrar sino justamente en lograr que la audiencia se cuestione acerca de lo que ve y vive a su alrededor.
Hace unos años en un capítulo de Televisión por la inclusion el personaje interpretado por Darío Grandinetti era un taxista xenófobo. Para los autores fue catártico hacerle decir al personaje todo aquello escuchado muchas veces en la vida real. No es imaginación del autor lo que pasa en la calle, en las familias, en las casas.
“Como autores cuando nos cuestionamos un chiste, comentario o postura, analizamos si es gratuito. Tiene que estar ahí para decirnos algo del personaje o ser un hecho que tracciona la historia. Si no cumple con eso, por más que sea un chistazo, hay que sacarlo y dejarlo para divertir a los amigos en el ámbito privado”, explica Olschansky y define “Con respecto a qué está bien o mal escribir hoy, o qué es lo que la industria está pidiendo o temiendo, nos pasa más con algunos proyectos que ahora al querer sacarlos del cajón nos damos cuenta que podrían dar lugar a una polémica un tanto ridícula. Algunas cosas se pusieron heavy en cuanto a la tolerancia. Pero nosotros no estamos haciendo documentales, estamos haciendo ficción”.
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