Jean-Michel Basquiat, quien hoy cumpliría 80 años, es uno de los artistas más caros de la historia del arte. Sus obras se venden en subastas por millones de dólares, su marca -la corona- aparece reproducida en cuanto producto comercial exista, de carteras a tazas y zapatillas, y su nombre es sinónimo de leyenda. Pero, ¿fue un pintor trascendental en la historia del arte? ¿o acaso su ascenso feroz, el éxito y su muerte joven contribuyeron a que hoy siga siendo un fenómeno?
Todos los grandes artistas poseen al menos una obra que ha trascendido, una pieza que nos es familiar, sepamos el nombre o no. Nadie desconoce a Las meninas de Velázquez, a La Maja desnuda de Goya, El Grito de Munch, La Noche Estrellada de Van Gogh o El Guernica de Picasso, por nombrar algunas. Pero, ¿cuál es la pintura más representativa de Basquiat?, ¿qué pieza no ha dejado indiferente a las sensibilidades y se ha impuesto en la cultura pop con los años?
Lo que no se puede negar es que Basquiat ha dejado un legado que es inconfundible, una firma estética que no puede ser atribuida a otros, con sus líneas bien marcadas, y una repetición de símbolos reconocibles con el paso del tiempo. Considerado un neo expresionista, el “el Van Gogh estadounidense”, como lo llamaron, creó algo que, sin dudas, pocos pintores pudieron lograr. Un Basquiat -que por su salida de mercado y complejidad son muy falsificables- es un Basquiat.
El artista se encuentra en la selecta lista de nombres que superaron los 100 millones de dólares, junto a Francis Bacon, Van Gogh y Picasso. En 2017, su pieza Untitled (1982) fue adquirida por USD 110.5 millones por el coleccionista y empresario japonés Yusaku Maezawa, una pintura que anteriormente había sido vendida por USD 19 mil en 1984. El año anterior, Maezawa había comprado otra obra sin título del mismo año por más de USD 57 millones, mientras que otros trabajos -todos del período 81/82- se subastaron entre USD 34 y 48 millones, entre los años 2013 y 2015.
Basquiat sigue siendo el rey Midas del arte contemporáneo, casi cien obras se han vendido en subasta en más de 5 millones de dólares y sus ventas anuales rondan los USD 500 millones. De hecho, este año, en una subasta de la casa Sotheby’s NY, la primera organizada totalmente a distancia, sin público presente, Untitled (Head) de 1982 salió por 15,18 millones de dólares.
Y es que Basquiat produjo mucho, muchísimo, y rápido, pero no solo grandes óleos, sino también acuarelas, grabados e incluso intervenía objetos. En este momento, de acuerdo al sitio artprice, hay 2.875 piezas disponibles para salir a subasta.
Su ascenso fue meteórico y de alguna manera representó la realización de un moderno American Dream para los desposeídos. El joven negro, que huye del sistema educativo, y que pasa de grafitero poético anti establishment, a modelo de pasarela de alta costura y amigo de Andy Warhol.
Para resumirlo, entre 1977 y 1980, Basquiat paseaba por las calles de Manhattan, Nueva York, junto a su amigo Al Díaz escribiendo frases en las paredes, siempre cerca de galerías y museos, que firmaban como SAMO, apócope de Same Old Shit (La misma mierda de siempre).
Cuenta la leyenda que conoció a Warhol en aquellos años, cuando le vendió una de las tarjetas postales que realizaba, en un encuentro buscado en un restaurante neoyorkino. Así se relata en Basquiat (1996), el debut cinematográfico como director de su amigo Julian Schnabel, un filme de un romanticismo naive que ayudó a consolidar la leyenda y que contó con un elenco de estrellas como David Bowie (Warhol), Gary Oldman y Denis Hopper.
En el ’80 tuvo en Times Square Show, una galería de moda y arte alternativo situada en un almacén abandonado del Bronx, su primera presentación en sociedad, en una muestra colectiva y anónima de grafiteros. Un año más tarde pintó sobre sobre lienzo por primera vez, y dos después, con 23, ya era toda una celebridad. Por eso, son las piezas de este breve periodo de coming of age pictórico las más deseadas entre los coleccionistas. ¿Quién no querría tener un Basquiat antes de que sea Basquiat?
Así, en un periodo efímero pasó de vender dibujos por $USD 50 a su primera exposición individual en la galería Annina Nosei de Nueva York, donde ganó USD 250 mil. La muestra de grafiteros fue el primer paso no solo para Basquiat, sino para el arte callejero en general que comenzó a ser integrado por las galerías y museos paulatinamente.
El mito Basquiat marca que fue un niño genio y pobre incomprendido, que desde sus primeros años realizaba obras por su cuenta, un autodidacta. Esta es una verdad a medias, es verdad que su producción -como la de muchos otros artistas- comenzó en su infancia, pero para la construcción de este relato se suele omitir el rol que tuvo su madre.
Hijo de un contador haitiano y una diseñadora gráfica de ascendencia puertorriqueña, Basquiat no atravesó en sus primeros años penurias económicas, ni mucho menos. Matilde Andrades estimuló al pequeño Jean-Michel, el mayor de tres hermanos, visitando los museos de la ciudad y a los seis, por ejemplo, ya era miembro junior del Museo de Brooklyn.
A esta edad también un auto lo atropelló mientras jugaba básquet en la calle y pasó un mes hospitalizado. Le extirparon el bazo y mientras se recuperaba su madre le regaló un libro que sería elemental para entender su obra: La anatomía de Grey. Quedó asombrado por la representación de los cuerpos, de la misma manera que le sucedió más tarde con los jeroglíficos, otra de sus pasiones. Ambas expresiones tuvieron una profunda influencia en su trabajo.
El quiebre en su vida llegó con el divorcio de sus padres, cambió de escuelas en varias oportunidades, entre públicas y católicas, hasta que los 16 ingresó a la City-As-School, una institución a la que se la suele asociar como para superdotados, pero que en realidad se caracteriza por tener un enfoque curricular en el aprendizaje experimental, basado en la idea de que todos los estudiantes aprenden de manera diferente, algo muy novedoso en los ’70, cuando se inauguró. De allí, fue expulsado por mala conducta y este es el primer paso hacia la leyenda.
Tras la expulsión, comienza su etapa callejera, viviendo de prestado entre amigos y novias. En el documental Jean-Michel Basquiat: The Radiant Child (2010), se explora mucho en esta etapa a partir de una entrevista que la directora, Tamra Davis, tuvo con el artista hace más de dos décadas. Allí, se revela, por ejemplo, su interés por ser famoso desde joven como también cómo se apoyó en su pareja económicamente para subsistir.
Fue entonces que, este joven que hablaba tres idiomas desde los 11, tuvo su etapa SAMO, que comenzó a tener mayor notoriedad cuando The Village Voice le dedicó un primer artículo a los grafitis que aparecían cerca de las galerías de arte del Soho.
En el ’82 tuvo un romance fugaz con otra estrella en ascenso, Madonna. “Él no dejaba de usar heroína. Era un hombre asombroso y profundamente talentoso, lo amé. Cuando rompí con él me hizo devolverle las pinturas que me dio y luego las pintó de negro”, contó la artista en 2015.
Siendo ya una celebridad y con exposiciones internacionales en su haber, comienza su relación comercial con Warhol. “Lo que hubo entre Jean-Michel y Andy no fue algo romántico, sino simbiótico. Pintaron obras juntos, compartieron estudio y viajes ocasionales. Pero no fueron amantes ni nada parecido. Simplemente se necesitaban el uno al otro. Jean-Michel era hipnótico, poético, enérgico, extremo e impulsivo. Andy era divertido pero formal, poético pero desde ángulos muy distintos. Jean-Michel idolatraba a Andy. Y Andy siempre estaba en busca de algo nuevo y enérgico”, dijo Paige Powell, fotógrafa, marchante de arte durante los ’80, amiga de Warhol y pareja de Basquiat, entre el 82 y el 85, a El País.
Dicen que tenía tanto dinero que no sabía cómo gastarlo y que incluso pintaba en trajes Armani, que luego usaba manchados de pintura. En el documental de Davis se muestra esa faceta inmadura, que esconde fajos y fajos de billetes en libros y almohadas, y que olvida donde los deja.
En sus Diarios, Warhol dejó asentado el primer encuentro formal en su estudio: “Es el muchacho que usaba el nombre de Samo cuando solía sentarse en el paseo de Greenwich Village a pintar camisetas (…). Era justo uno de esos chicos que me volvió loco. (…) Entonces, dispuse un almuerzo para ellos y tomé una polaroid. Él se fue a casa y en dos horas regresó con una pintura, todavía húmeda, de él y yo juntos. Solo alcanzar la calle Christie debe de tomar una hora. Me dijo que lo había pintado su asistente”.
Si lo pintó o no un asistente aún es incierto. Es posible que sea parte de la propia construcción que hacía Baquiat de si mismo como figura o que realmente lo tuviera. El uso de asistentes, o sea artistas que pintan obras para grandes firmas no es lo común, pero tampoco algo completamente extraordinario. Sino pensemos en Dalí, que en su Diario de un genio acepta que quería “convertirse en ligeramente multimillonario”, y que tuvo en lo pintores Isidoro Bea y Pujol Baladas los cómplices de alrededor de 500 óleos, a los que el catalán solo daba un par de pinceladas y ponía la firma (todo negado por la Fundació Gala-Dalí, como corresponde) o más acá en el tiempo, otra máquina de hacer billetes como el estadounidense Jeff Koons, que no tiene problemas en dar entrevistas en el taller donde trabajan los alrededor de 100 obreros que hacen su obra.
En otras partes de Diarios, Warhol escribe sobre la búsqueda de más notoriedad de Basquiat: Martes 11 de octubre de 1983: “Jean-Michel está intentando ser famoso muy rápido. Y si funciona, lo conseguirá”. Miércoles 11 de enero de 1984: “Jean-Michel llamó de nuevo desde Hawái. Le dije que se cortase la oreja. Probablemente lo hará”. Domingo 7 de octubre de 1984: “Jean-Michel es tan complicado, nunca sabes de qué humor estará, en qué punto se encuentra. Se vuelve realmente paranoico y dice: ‘Me estás utilizando, solo me estás utilizando’. Y entonces se siente culpable por su paranoia”.
Un artículo de The New York Times del ’85, sobre una exposición en conjunto en la galería de Tony Shafrazi afirmaba que Basquiat era la “mascota” de Warhol. Aquello resintió la relación, porque Basquiat entendía ya que no todos lo respetaban realmente como artista. Para entonces había desarrollado su fuerte adicción a las drogas, en especial a la heroína. El mundo se le había abierto a una velocidad apabullante, eventos, discotecas, todos querían su presencia. Y él asistía.
Si bien participaba por ese deseo de alcanzar más y más fama, se sentía resentido por la forma en que podían llegar a tratarlo. Era la rareza, el fenómeno del momento, el primer artista negro en un círculo de blancos en alcanzar notoriedad. Warhol murió en 1987 tras una operación, un año después lo hizo Basquiat tras una sobredosis.
Ni en vida, ni tras su muerte y a pesar del éxito, la obra de Basquiat no fue rápidamente aceptada por los grandes museos. La mirada de predilección sobre los pintores blancos prevaleció hasta, al menos, el Black Lives Matter, donde distintas instituciones comenzaron a adquirir o sacar de la sombra obras de afrodescendientes.
El artista Michael Holman, amigo del pintor, con quien compartió la banda de rock experimental Gray en su juventud dijo hace unos años al respecto: “Es una vergüenza que los museos de Nueva York no tengan más Basquiat. Recuerdo que cuando estaba vivo, la pareja de coleccionistas Lenore y Herbert Schorr propusieron donar cuadros del artista al MoMA y al Whitney, y los rechazaron”. Hoy, la obra más importante que tiene el MoMA -Basquiat expuso en el ’81 en el MoMA PS1 en la muestra New York/New Wave– es Glenn y no pertenece al museo, sino que es un préstamo en largo término.
“Mi obra está compuesta en un 80% de ira”, dijo Basquiat. Y es verdad que en su trabajo hay una furia en la pincelada, que muchas veces parece desprolija, como nacida del instinto, de as vísceras, a fin de cuentas un artista también es eso.
“Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver” es una de esas frases que suelen repetirse para relacionarla a la vida de músicos o artistas que tuvieron una existencia exitosa, atormentada y precoz.
Atribuida erróneamente a James Dean -en realidad la pronuncia John Derek en El crimen no paga, un filme con Humphrey Bogart de 1949-, la frase sintetiza la esencia del talento que se va antes de tiempo. En ese sentido, Basquiat integra el famoso Club de los 27, junto a Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y Amy Winehouse, como máximos referentes. Por lo que en Basquiat se encarnan tres elementos muy interesantes en el mercado del arte, como el talento, una historia personal con tintes dramáticos y una obra limitada.
Si fue uno de los grandes artistas de todos los tiempos, eso solo lo podrá dilucidar el tiempo. En el mientras tanto, la máquina de hacer billetes sigue funcionado sobre su vida rápida, su muerte joven y su cadáver bonito.
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