Corría el año 2002 cuando Ro Vitale presentaba su primer disco, Conversacional, hecho que la convirtió en la primera artista de R&B en editar un trabajo de este género en la Argentina. Luego llegaría a Étnica, donde confluyen lo urbano, el compromiso social y un despliegue vocal de muchísima emocionalidad, que la llevó a alzarse con el premio Carlos Gardel 2009 en la categoría “Mejor álbum nuevo artista pop”, entre otros.
Sin embargo, en momentos en que los premios comenzaban a aparecer, la vida de Vitale detuvo. Ese mismo año fue diagnosticada con TOC severo y debió atravesar un largo proceso para poder volver a ser la que alguna vez fue.
“Había momentos en que no podía ni siquiera dormir, porque mi cama me parecía contaminada y quedaba parada llorando en el borde sin poder hacer nada”, había explicado en una anterior charla con Teleshow, donde relataba que “en un momento determinado, yo terminé viviendo en el borde de la bañera de mi casa, sentada, –todo me parecía contaminado–, he llegado a no poder comer –fui diagnosticada con desnutrición y bajé una cantidad de kilos exorbitante– o porque un bocado me parecía contaminado o porque lo tenía que escupir o sino pasaba algo malo, o porque no podía cocinar en mi casa porque estaba todo contaminado”.
“Imaginate si estás en la calle, y, como me pasó, tenés que ir y volver en una misma baldosa 25 veces, te entran a mirar como diciendo ‘¿y esta qué está haciendo’?”, explicó sobre la forma en que desde afuera, por desconocimiento y falta de información, se ve una persona que lo está sufriendo. “Quizás si la gente estuviera más informada, la persona que tiene ese ritual no se sentiría tan avergonzada, es capaz de contársela a sus familiares y de alguna manera acceder antes al tratamiento”, confesó.
“De hecho, escribí un libro al respecto que se llama TOCada en el que cuento un poco todo mi tránsito, mi proceso del diagnóstico a la recuperación -cuenta Ro-. Y es loco porque el TOC, por un lado, me quitó la posibilidad de conectar con el público, con la música en un montón de sentidos, pero por otro lado, la posibilidad de hacer canciones en una etapa de mi aislamiento fue quizás una de las pocas cosas que me conectaban con lo vital y con lo real y con lo propio. Cuando uno padece una patología o está metido en una situación de mucha angustia o de mucha dificultad, se empiezan como a ordenar un poco las cuestiones y uno empieza a saber exactamente cuáles son las cosas que son vitales para uno y cuáles son más superficiales. En ese sentido, la música fue como un puente de conexión para mí durante todo este tiempo”.
Luego de todo aquello llegó Lova. «Me encuentra con muchas certezas de que la música en este momento para mí es un espacio para comunicar urgencias”, dice, considerando que la asemeja a la cantante que era en su segundo disco: “La Ro Vitale de hace 10 años estaba como en pleno proceso de investigación, buscando su marca de identidad, buscando juntar mundos: traer los sonidos de la tierra y juntarlos con los sonidos urbanos . Siento que, en ese sentido, quizás no haya tanta diferencia con la Ro de hoy”.
Pero, claro, las experiencias vividas tras el diagnóstico la marcaron “potentemente”. «Y han pedido -agrega- que sea todavía más intensa y más incisiva en esa búsqueda de ser yo misma en mi música”. Justamente fue la música la que ayudó en todo este transitar. “Creo que la música no me salvó la vida, pero sí me salvó el psiquismo, me salvó el yo, me salvó la posibilidad de recordar quién era. Quizás la vida me la salvaron los profesionales que me atendieron, la técnica psicoterapeuta específica que hice y que es la correcta para tratar el TOC, la EPR. Mi familia, mis gatos, eran quienes me estaban sosteniendo emocionalmente. Lo que hizo la música fue recordarme que yo era mucho más que un paquete de síntomas y que no tenía que identificarme con la enfermedad, sino recordar que mi identidad estaba construida de cosas mucho más vitales”.
Comprometida
“Niña, toro y mar”, el primer corte de Lova, tiene una temática clara. “El tema de los derechos de los demás animales y la crisis climática y ecológica son dos cuestiones que vitales para mí, que no podemos desatender como sociedad”, asegura Vitale, y su cuestionamiento atraviesa todo el disco. «Apelo a esta idea de que tenemos que despertarnos porque además no queda otra, no hay tiempo. Tenemos que ampliar nuestro círculo de consideración moral y empática, tenemos que conectar con el otro y con el prójimo, sea este de la especie que sea y de la condición que sea, para tratar de construir un futuro posible y más justo”.
En lo que respecta específicamente a su presente artístico, la cantante considera que “es difícil hablar de evolución en términos musicales». Y se explaya: «Siento que ni siquiera puedo delimitar claramente qué estilo es lo que hago. Sí puedo decir que he mejorado en mis intentos de juntar cosas que me gustan, es decir, mezclar subestilos y sonoridades, y mejorando en términos de que sea más claro el mensaje musical, que en otra época por ahí era más caótico. Me parece que con los años estoy pudiendo de a poquito ser más consistente y clara con el mensaje musical más allá de la letra, con que la música refleje exactamente la búsqueda que estoy haciendo”.
“La música en este momento es un mensaje, un mensaje en principio para mí, que estoy tratando de juntar un montón de cosas que tienen que ver con el dolor y con la resiliencia, de haber salido de situaciones de mucho dolor por estar viviendo un duelo muy grande en este momento que es la muerte de mi gato Gremblin, hace 11 meses, y a partir de esta furia, este enojo, este dolor, esta necesidad de gritar un poco lo que me parecía importante, aparece esta idea de la loba vegana, ¿no? Es como una especie de personaje que trato de encarnar: que es una loba solitaria que está buscando un poco su manada llevando adelante lo que ella considera importante desde lugares de resiliencia, desde lugares difíciles, pero al mismo tiempo aullando un poco su mensaje. Y tratando de ser escuchada y acompañada”.
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