A pesar de ocupar casi todo el espacio dedicado por la prensa occidental a los temas internacionales, Medio Oriente no es el único lugar con conflictos geopolíticos de gran magnitud. Pareciera que se le presta menor atención a las disputas donde no hay potencias occidentales involucradas o no ocurren matanzas que prendan alertas en organizaciones internacionales. Sin embargo, esto no significa que allí se sucedan problemas menores o de fácil resolución. Todo lo contrario.
Es un lugar común escuchar que vivimos un tiempo de transición del poder de Occidente hacia Oriente, particularmente, a China. No obstante, estos cambios no han resaltado la importancia de conocer más sobre los conflictos en las zonas de influencia inmediata de quien será la mayor potencia económica del planeta en las próximas décadas. Una excepción es la coyuntura de Hong Kong que ha tomado dimensión global, sobre todo, por la masividad de las protestas y la represión, como por las conexiones históricas y actuales de la ex colonia inglesa con Occidente.
Uno de los conflictos más importantes y complejos, a la vez que antiguo, es el que transcurre en aguas del Océano Pacífico en el llamado Mar de China Meridional. Esta zona en disputa está conformada por el espacio marítimo “encerrado” entre Brunéi, China, Filipinas, Indonesia, Malasia, Vietnam y Taiwán. Podría graficarse como una versión asiática del “mare nostrum”, como se conocía al mar Mediterráneo en tiempos romanos clásicos. Aunque el Mar de China meridional es aún más grande.
El nombre del área en cuestión no debe llevar a confusiones. Se lo trata habitualmente como Mar de China Meridional pero no porque pertenezca a esa nación. De hecho, los restantes países aluden a esa parte del océano de diversas maneras. Para Filipinas, se trata del Mar de Filipinas occidental y para Vietnam el Mar del Este. Los malasios evalúan cambiar el nombre en las partes de las que disponen y, hasta los indonesios, quienes no son país litigante, denominan una parte de él como Mar Natuna del Norte, en alusión a islas que poseen en la parte extrema de la zona en pugna.
China y Taiwán reclaman toda la extensión del mar, lo que incluye sectores que los demás países consideran propios. Brunéi, Malasia, Filipinas y Vietnam también tienen reclamos, pero más puntuales y, generalmente, en torno a las islas Spratly y Paracel.
Como en todo conflicto territorial, los países interesados apelan a herencias históricas, lecturas parciales del derecho internacional y hacen uso de amenazas veladas y apropiaciones de partes del agua y sus recursos. Todos ellos, a la vez, utilizan el nacionalismo declarativo como una forma de unir a poblaciones heterogéneas y acentuar la visibilidad de sus pretensiones.
Nuevos territorios que crecen sin control en un mar sin dueños
Los archipiélagos han crecido mucho debido a la estrategia china de realizar construcciones artificiales a partir de la unión de grandes rocas y arrecifes utilizando el sistema de dragado con arena. Estos territorios resultantes son importantes porque, de reconocerse la propiedad de alguno de los países sobre ellos, proyectarían la soberanía de su dueño en amplias partes del mar.
Por ello mismo, los diferentes países han dispuesto fuertes contingentes militares en cuanto espacio se encuentre y han sumado patrullajes de buques de guerra que en varias ocasiones derivaron en enfrentamientos armados.
China ha promovido el turismo como otro modo de consolidar su dominio de hecho sobre la mayor parte de los territorios en disputa. Pero lo más significativo es que, desde 2012, el Partido Comunista Chino ha incluido a los archipiélagos entre sus «intereses nacionales básicos” aumentando el dragado del mar, el envió de tropas y desarrollando un proyecto para construir un aeropuerto.
De todos los contendientes que pugnan por las islas, Vietnam y China son los que han mostrado mayor belicosidad. Ambos dirimen una rivalidad de siglos y que no se ha visto atemperada por ser de los pocos países comunistas que aún existen. En 1974, se enfrentaron en un combate que terminó con casi 60 soldados vietnamitas muertos y el control chino sobre las islas Paracel. En 1988, volvieron a enfrentarse, esta vez por las Spratly, y nuevamente Vietnam llevó las de perder con aproximadamente 70 militares muertos y el dominio chino sobre gran parte de las islas.
En 2018 nuevamente hubo conflicto, aunque en esta ocasión no llegaron a utilizar la fuerza militar. De todos modos, Vietnam debió retroceder una vez más, y abandonó los proyectos que había comenzado a desarrollar la empresa nacional PetroVietnam en asociación con la española REPSOL.
Filipinas buscó otro camino y apeló a los organismos internacionales. Así en el año 2016 la Corte Permanente de Arbitraje con sede en La Haya derrumbó los argumentos por los cuales China se atribuía la soberanía de las zonas en conflicto. Particularmente el fallo dejó claro que no toda superficie flotante es una isla. Esto implica sobre todo que, al no tener estatus de isla, no genera los derechos de soberanía exclusivos de las 200 millas marítimas. Una isla debe tener una población estable, una comunidad de personas que la habiten permanentemente, y para ello no se puede considerar a las tropas y personal relacionado con las Fuerzas Armadas.
China rechazó el fallo y aumentó la presión sobre la zona en conflicto. Pero no todo fue violencia. La asunción del actual presidente filipino Rodrigo Duterte en el mismo año 2016 trajo como novedad un cambio drástico en la relación anteriormente conflictiva con China. Ambos países comenzaron un dialogo que podría dejar de lado, provisionalmente, el fallo del tribunal provisional para encarar en forma conjunta la explotación de gas y petróleo.
Los países del Sudeste Asiático tienen en esta región una de las principales hipótesis de conflicto y por ello han aumento significativamente su gasto militar. Al mismo tiempo han tratado de darle una salida institucional a través de la ASEAN (el MERCOSUR asiático). Max Povse, especialista del Grupo de Estudios sobre Asia y América Latina de la Universidad de Buenos Aires explica que “cuando se creó el foro de cooperación ASEAN + China, ambas partes acordaron la creación de un código de conducta hasta tanto se resolviesen las disputas territoriales”.
Sin embargo tampoco esta vía ha sido muy efectiva. Según Povse “el código de conducta actualmente se encuentra truncado, por un lado por la proyección hegemónica de China, y por otro, por la incapacidad de la ASEAN de imponer medidas que no sean aprobadas unánimemente”.
¿Qué tiene el Mar de la China que despierte el intenso interés de tantos países? Por sus estrechos se transporta un tercio del tráfico marítimo mundial y circula la mitad de las toneladas que transportan todas las flotas mercantes del mundo. Allí circulan materias primas (entre ellas petróleo y el gas) que consumen los países de la región. También tiene importantes yacimientos de hidrocarburos por explotar y recursos pesqueros de primera magnitud, esenciales para la alimentación de las poblaciones asiáticas.
Un conflicto militar de gran escala sería un golpe de consecuencias imprevisibles para la economía global, además, de involucrar a países con gran capacidad armamentística, incluyendo a China, una de las potencias nucleares.
Una vez más, la forma en que China aborde y resuelva este conflicto será una muestra de qué tipo de liderazgo adoptará como potencia hegemónica. La relación con Taiwán, Hong Kong y con el resto de los países de la región involucrados en el diferendo del Mar de China meridional, ocurren en el “patio trasero” del gran país oriental.
Así como la forma en que Estados Unidos encaró y resolvió sus dilemas de seguridad nacional en el Caribe y Centroamérica a fines del siglo XIX y principios del XX fueron un aviso de sus futuras estrategias globales, es necesario prestar cada vez más atención a la forma en que China resuelve sus entuertos.
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