“Estoy armado, te cago a tiros. Si no lo salvás voy a matar a toda tu familia”. El que amenaza es el papá de un nene de 8 años que estaba jugando a las escondidas con su hermano y casi se ahoga en la Laguna de Alejandro Korn. Y el amenazado es Sebastián Arman (33), médico de guardia del Hospital Ramón Carrillo de San Vicente, quien se encontraba junto al padre y la madre del chico a bordo de la ambulancia.
“Desde el lugar del hecho hasta el hospital hay 6 km y durante todo ese trayecto, mientras venía practicándole RCP al menor, tenía al hombre amenazándome de muerte en el oído”, recordó a Infobae el profesional de la salud; quien señaló que las situaciones de violencia por parte de los pacientes o sus familiares recrudecieron los últimos dos años.
Médicos acuchillados, guardias destrozadas por bandas que ingresan a robar medicamentos, ladrones baleados que tras ser asistidos agreden físicamente a los médicos para darse a la fuga o allegados de delincuentes que irrumpen en el hospital y arrasan con todo lo que encuentran a su paso con tal de ayudar a escapar al herido. Este tipo de situaciones se tornaron cotidianas y las estadísticas así lo demuestran: 6 de cada 10 médicos son víctimas de agresiones físicas y verbales por parte de pacientes.
Según datos de la Federación de Médicos de la Provincia de Buenos Aires (FEMBA), 3 profesionales de la salud son atacados por día y solo una minoría realiza la denuncia correspondiente ante la falta de acciones concretas para ponerle fin a este flagelo.
“La policía dice que la amenaza no es un delito y que si no hay sangre no puede actuar. Tampoco nos quieren tomar la denuncia en la guardia y nos obligan a ir hasta la comisaría. A nosotros se nos hace imposible dejar nuestro puesto de trabajo. Y cuando nos tomamos el tiempo para hacerla no pasa nada”, explicó a este medio la doctora Lisa Almendra (48) del Hospital Pirovano de Tres Arroyos.
“La fiscalía no da respuestas y nadie queda detenido. El día que alguien pase unas horas en la comisaría y tenga que explicar lo que hizo, ahí van a empezar a cambiar las cosas. Hay médicos que ni siquiera se pueden retirar de la guardia cuando estos hechos de violencia ocurren porque no hay nadie que los cubra. Esto es lo más grave”, señaló a Infobae la doctora Liliana Riff, presidenta de la Comisión de Trabajo Médico del Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires, Distrito V.
Mientras que el trabajo de los médicos y enfermeros es “salvar vidas”, los insultos, los empujones y los ataques con objetos contundentes (ya sea palos, fierros, armas blancas y revólveres, entre otros) que padecen a diario terminan poniendo en riesgo sus propias vidas en su lugar trabajo.
La agresividad contra ellos se da casi por igual en hospitales públicos y privados, y la presencia de personal de seguridad o la instalación de las cámaras de vigilancia -incorporada los últimos años- ya no alcanzan para detener estos incidentes.
Incluso, hay médicos que denuncian otro tipo de violencia: la institucional. “Sufrimos no solo violencia de los pacientes sino también de los policías, que llegan a las guardias con los detenidos y nos presionan para hacer los chequeos médicos que debe resolver un médico legista. Y como la policía carece de estos profesionales pretende que nosotros hagamos ese trabajo. Es decir, emitirle un certificado que se denomina ‘precario’, que es los que ellos necesitan para ingresarlos a un calabozo”, contó la doctora Almendra, que ejerce la medicina desde hace 25 años y está especializada en emergentología.
“Poner ese orden le corresponde a las autoridades del hospital y no a los médicos, que nos vemos doblemente violentados por esa inacción. No tomar decisiones al respecto expone mucho al personal médico”, aseveró la doctora.
De acuerdo a las estadísticas, hay tres causas que explican el 62% de los ataques: demora o tiempo de espera en la atención al paciente o familiares (25,7%), estado mental del agresor producto de las droga, el alcohol o alguna enfermedad preexistente ( 18,1%) o informar un resultado médico inesperado por el paciente o familiares (18,1%). Pero si esto se suma que no se cumplió con las expectativas del paciente en cuanto a la atención, la cifra sube al 80%.
No es ninguna novedad que el sistema de turnos actual tiene mucha demora porque no hay médicos suficientes para cubrir las guardias. Actualmente, el promedio de espera es entre 2 y 3 horas, y la impaciencia figura entre los principales desencadenantes.
“Lo que la gente no entiende es que la guardia es un servicio para atender urgencias y emergencias, pero lamentablemente entre el 80 y el 90 por ciento de las consultas podrían ser evacuadas en consultorios externos. Entonces, al generarse una tardanza en la atención, se producen este tipo de conductas en los pacientes y familiares”, explicó a Infobae Norberto Hernández, Secretario de la Mesa Ejecutiva de FEMEBA.
En algunos casos, las agresiones provocaron secuelas o efectos colaterales en los profesionales de la salud. “Hay médicos terminan renunciando a las guardias. Tuvimos un caso emblemático en el hospital de Luján de un pediatra que asiste a un niña que venía con un problema respiratorio serio y falleció. Ese médico fue seguido en la vía pública por los familiares, filmado y escrachado dentro del hospital. Ese pediatra no pudo volver nunca más a trabajar ahí. Se tomó una larga licencia y pudo volver a trabajar un año después pero en otro hospital”, recordó la doctora Riff.
Lo sucedido con el pediatra Julián Rosales (41) fue tan traumático que tuvo que recién retomó su trabajo cuando la justicia determinó que no hubo impericia médica en la asistencia de la bebé que falleció a raíz de una cardiopatía congénita. Sus padres la habían llevado de urgencia a la guardia porque tenía dificultades severas para respirar y quedó internada en terapia intensiva. Si bien el médico pudo estabilizarla, falleció media hora después y tuvo que padecer todo tipo de intimidaciones por parte de sus familiares, ya sea dentro y fuera del hospital.
El consultorio es el lugar más habitual donde se realizan las agresiones (34%), seguidos por el pasillo del centro de salud (17,5%), las áreas de internación, las salas de espera y las habitaciones de los pacientes (13,6%).
Muchas de las agresiones también toman por sorpresa a los médicos y generan hechos inesperados. “En el hospital Gonnet, una médica residente de cirugía recibió un golpe de puño en la cara de una mujer que la tiró al piso y la arrastró al pasillo sin motivo aparente ya que no hubo una discusión previa. También tuvimos a otra médica que era amenazada en las redes sociales por familiares de un paciente que había fallecido. Le decían que le iban a tirar alcohol y prenderla fuego. Querían hacerla responder con su vida por la vida del familiar”, dijo Hernández de FEMEBA. A lo que se suma que “un médico fue apuñalado en la zona costal por un paciente que estaba internado a raíz de una fractura y reaccionó contra él sin mediar palabra cuando lo fue a asistir”.
Como hay zonas que están más expuestas a estos hechos de violencias, en el hospital de Moreno -por ejemplo- hubo médicos que llegaron a tener botones anti-pánico. Y otros centros de salud tuvieron que solicitarle a los municipios que la policía local incorpore a su recorrido habitual, la visita a las guardias. “Las guardias nocturnas de fin de semana son las más complicadas y a fin de año es cuando más ebullición hay en todos lados”, contó el doctor Arman.
El perfil de los agresores es variado. “Hay de todo. En el hospital Austral, la psiquiatra infantil quedó encerrado una hora junto el familiar de un paciente neurológica a merced del tipo que se había puesto muy violento y se atrincheró junto a ella. A ese señor lo tuvo que sacar la policía”, resaltó Riff.
Desde FEMEBA pretenden que se modifique el Código de Falta y este tipo de conductas tengan alguna penalidad. “Queremos que sea algo disuasivo, por lo que pedimos 30 días de arresto”, enfatizó Hernández.
En ese sentido, la diputada Alejandra Lordén (Cambiemos) presentó un proyecto de ley que busca encarcelar a los agresores y crear un Observatorio de Violencia Sanitaria Externa en el territorio bonaerense, con el objetivo de contar con información estadística certera sobre las agresiones de las que son víctimas los médicos y así generar políticas públicas tendientes a revertir esa situación.
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